La Batalla de La Gomera: se cumple el 275 aniversario

Manuel Mora Morales

Se cumplen 275 años de la Batalla de La Gomera. Gracias a su ingenio, en 1743, los gomeros se enfrentaron y vencieron a los ingleses en una dura y extraña batalla, cuando éstos querían invadir la isla.

En la iglesia parroquial de San Sebastián de La Gomera, se encuentra un mural antiguo que recuerda los incidentes de esta batalla, la mayor librada por los gomeros contra una armada extrajera.

El texto que ofrezco a continuación está extractado de mi novela “La isla transparente” y relata de manera pormenorizada los incidentes desarrollados en esas fechas.

“La gente admira las filigranas del techo y las figuras del mural pintado por José Mesa en la pared de la nave izquierda que representa la victoria de los isleños sobre los ingleses hace casi treinta años. Los vecinos de más edad recuerdan cómo los gomeros vencieron a los extranjeros de la manera más extraña que uno pueda imaginar.

El día 30 de mayo de 1743, en la cer­cana bahía gomera, se presentaron tres naves inglesas al mando del Vicealmirante británico Charles Windham que regresaba de Cartagena de Indias[i] donde había estado luchando bajo el man­do del Almirante Edward Vernon alias Grog. Este apodo daría nombre a cierta ocurrencia suya que fue adoptada oficialmente por la armada británica: una bebida consistente en diluir el ron en agua caliente azucarada.

Sin embargo ni el afamado potingue ni su eximio inventor lograron impedir que los ingleses fueran derrotados en Cartagena y obligados a retirarse con el grog entre las piernas.

Bahía de San Sebastián de La Gomera, en la actualidad.
Bahía de San Sebastián de La Gomera, en la actualidad. (Foto de Manuel Mora Morales)

De manera que Windham llegó a La Gomera a bordo de su barco Monmouth[ii] con ganas de resarcirse. Decidió emplear la misma táctica que Vernon había utilizado en Carta­gena de Indias: bombardear la población sin tregua. Los británicos no ahorraron metralla ni pólvora.[iii] Con sus ciento cincuenta y cuatro piezas de artillería dispararon quinientos cañonazos y más de tres mil tiros de mosquete sobre San Sebas­tián durante cuarenta y ocho horas.[iv]

Hubo tres muertos en la Villa: un artillero sesentón, además del escribano Bartolomé de Mora y una anciana de ochenta y más años: todos alcanzados por balas inglesas.[v] El techo de la iglesia fue tocado y la ban­dera española que ondeaba sobre la Torre del Conde quedó tan acribillada que no se distinguían sus símbolos.

Se decidió que las mujeres y los niños evacuaran el pueblo: trescientas personas con sus objetos de más valor remontaron el Barranco de la Villa para buscar refugio en las cumbres en medio de una lluvia de balas que levantaba nubes de polvo entre los que huían. La fortuna quiso que nadie resultara herido. Un vecino llamado José Padrón dio seis viajes bajo ese continuo fuego artillero para poner a salvo las imágenes y alhajas de la iglesia.

Los gomeros lograron acertar a un  en la línea de flotación causándole un gran daño. Incluso algunos disparos de cañón dieron en la velas y en la cubierta del navío principal. Murieron tres ingleses y una bala acertó al propio Windham en la entrepierna sin que le resultaran mayores perjuicios: al menos eso fue lo que él declaró posteriormente.[vi]

Con el poco dormir y el mucho tronar el día primero de junio los británicos debían encontrarse tan ensor­decidos como muertos de sueño: pensaron que la mayoría de los gomeros había huido a las montañas y enviaron a un prisionero herreño llamado Nicolás de Guadarrama con un mensaje que conminaba a rendirse sin condiciones a quienes aún permanecie­ran en la Villa.

“Don Carlos Windham, por la gracia de Dios, capitán y comandante jefe de la esquadra de la ar­ma­da naval del Rey de la Gran Bretaña:

1º Demanda dicho Señor Comandante de los tres na­víos al Señor Gobernador: la posesión de dos castillos que han largado cañonazos sobre nosotros por el espacio de 24 horas, si no los echaré todos aba­jo a cañonazos, a mi satisfacción, con toda mi gente.

2º Supongo que el dicho señor Gobernador accepte dicha proposición; mandar para el gasto de los tres navíos de guerra cinquenta pipas del mejor vino, y la licencia de su gente para largar todas las provisiones, con la condición que dicho Señor Co­man­dante se las pagará, conforme es costumbre en la tierra.

Si la dicha proposición del Señor Comandante, si el Señor Gobernador estuviese satisfecho: despachar una lancha con una vandera blanca, a costumbre de la guerra, de suspensión de armas; y en virtud de lo referi­do, dicho Señor Comandante, espera la res­pue­sta en término de una hora, si no el dicho Señor Comandante sacará a tierra todas sus tropas de Marina y mas gente de toda su fuerza para dar fuego a esa villa y sus castillos.

De este y Mayo 31 de 1743. Charles Windham”[vii]

Detalle del mural que recuerda la Batalla de La Gomera contra la armada inglesa. (Foto de Manuel Mora Morales).
Detalle del mural que recuerda la Batalla de La Gomera contra la armada inglesa. (Foto de Manuel Mora Morales)

Pero se equivocaron los invasores, porque el herreño Diego Bueno[viii] que era el jefe militar interino de La Gomera respondió al comandante de la pequeña armada con otra nota tan fina que parecía redactada por el mismo don Quijote de la Mancha y tan lacónica que el británico debió de pensar que la tinta escaseaba en la isla.

“Diego Bueno, Catholico Romano, Comandante de la Isla, B. L. mano al Señor Comandante Dn. Carlos Bindon, y responde a sus proposiciones diciendo: que por mi Patria, mi Ley y por mi Rey he de perder la vida; y asi el que tuviere más fuerza vencerá.

Dios guarde a Vuestra merced muchos años.

Gomera y Junio de 1743.

De su merced servidor.

Diego Bueno.”[ix]

El inglés ordenó el desembarco. Tan pronto las chalanas se dirigieron a tierra los gomeros asomaron sus cuerpos sobre el parapeto de barro y piedra que iba desde la playa hasta la Punta de los Canarios: comenzaron a cantar y a vociferar y a tirar sus sombreros al aire como locos para dar a entender que les causaba gran alegría poder por fin enfrentarse a los invasores.

Iglesia parroquial de la Asunción, en San Sebastián de La Gomera. (Foto de Manuel Mora Morales)
Iglesia parroquial de la Asunción, en San Sebastián de La Gomera. (Foto de Manuel Mora Morales)

Aunque por dentro estaban aterrados, los isleños saltaban bailaban y hacían señas a los ingleses para que remaran con más ímpetu a fin de encontrarse cuanto antes cara a cara. Tanta alegría infundió grandes temores a Windham que gritó a sus hombres:

–¡Vuelvan a cubierta y reanuden el cañoneo!

A las cuatro de la tarde el inglés se cansó de dilapidar metralla y ordenó zarpar de inmediato.

Manuel Fernández Quintero era el encargado del cañón principal de la Villa y lo tenía cargado de metralla hasta los topes en espera de la orden de fuego. Cuando vio que los ingleses se le marchaban sin darle ocasión de realizar el disparo más grande de su vida, casi se le saltan las alitas del corazón de puro desconsuelo. Por esto sostuvo más tarde que no pudo resistir la tentación de levantar un poco la boca de la pieza de artillería para arrimarle candela y despachar un cálido saludo al barco de Charles Windham. Éste le respondió con ocho furiosos cañonazos de metralla[x] mientras salía de la bahía sin que se le haya ocurrido volver hasta el día de la fecha.[xi]

Lo mismo sucede con los corsarios argelinos: han recibido órdenes termi­nantes de no desembarcar en La Gomera debido a las ma­las experiencias de pasados intentos.[xii]

NOTAS

[i] Edward Vernon bombardeó Cartagena de Indias y causó muchos destrozos. A continuación, ordenó el desembarco de 400 hombres que fueron rechazados, y 350 capturados. Vernon se retiró de inmediato a Portobelo, pero dejó a Charles Windham en las afueras de Cartagena de Indias, al mando de dos buques, con la orden de apresar barcos españoles si intentaban entrar en la bahía.

[ii] Probablemente, el nombre de la embarcación se refiera a Godofredo de Monmouth, autor de Prophetiae Merlini (Las profecías de Merlín), escrito alrededor del años 1130, e Historia Regum Britanniæ (Historia de los reyes de Britania). Este libro cimentó la leyenda del Rey Arturo y proporcionó el material imaginario adecuado para construir un ideario mitológico de Inglaterra. Para más información, consultar:

Higham, N. J.: King Arthur: Myth-making and History. Rout­ledge. Nueva York (Estados Unidos). 2002.

[iii] “[…] y haviendose anclado inmediatamente comenzado ha hacer tanto fuego que parecía un vivo Infierno y tan continuo qe. no baba intermedio aun instante imbiando valas pa. tierra de veinte y cuatro, y se han pesado de veinte y nueve y palanquetas de armas de treinta libras con infinita metralla, y aplicando toda la mayor parte dela batería al Castillo.”

Relación anónima del ataque inglés a San Sebastián de La Gomera, en 1743. Ref. ACFA 11205. Pág. 1v. Archivo de El Museo Canario (Las Palmas de Gran Canaria). Fondo Documental de la Casa-Fuerte de Adeje.

[iv] Según un documento que relata la batalla, escrita por un gomero anónimo que participó en ella los balazos “passaron de quatro mil entre grandes y pequeños”.

Rumeu de Armas (1991): op. cit. Pág. 256.

[v] Relación anónima del ataque inglés a San Sebastián de La Gomera, en 1743: op. cit. Pág. 1v.

Cfr. Darias y Padrón, Dacio V.: Historia General de las Islas Canarias. La Laguna. 1934. Págs. 126-127.

[vi] Según se desprende del ya nombrado documento anónimo de La Gomera. Cfr. Rumeu de Armas (1991).

[vii] Relación de Simancas. En Rumeu de Armas: op. cit. Tomo III. Primera parte. Págs. 260-261.

[viii] Diego Bueno de Acosta y Ñoroña nació en Valverde (El Hierro), en 1696. Era hijo de un matrimonio herreño que después se fue a vivir a La Orotava (Tenerife). Diego quiso ser eclesiástico, pero se arrepintió y entró en las milicias. Llegó a Capitán.

Rumeu de Armas (1991): op. cit. Tomo III. Pág. 253.

[ix] Figura un fragmento de esta carta en el informe anónimo gomero y se halla el texto completo en la Relación de Simancas.

Cfr. Rumeu de Armas (1991). Tomo III. Primera parte. Pág. 261.

[x] Ibidem. Págs. 252-264.

[xi] Poco después de zarpar, Charles Windham se topó con dos naves corsarias españolas. Logró apresarlas. La relación de estas capturas y una narración engañosa de su incursión en La Gomera (según su versión, bombardeó San Sebastián y prosiguió su navegación, al no existir en la Villa nada que mereciese un desembarco) dejaron salvaguardado su honor en la Marina británica.

[xii] “Los turcos o Moros han llegado algunas vezes en silencio de la noche, y han hecho algunos Robos de gente, y quando an sido vistos, y alcanzados, an tomado tan fuerte venganza que los Argelinos tienen precepto de su Rey para que no lleguen a esta.”

Quesada y Chaves: op. cit Pág. 94.