La amistad y el tiempo

La amistad y el tiempo

No sé cómo se establecía la amistad cuando era chico. No consigo tener claro los mecanismos que creaban los lazos, más con unos que con otros. Lo que más recuerdo es cómo se fueron formando “los nuestros”, se crearon pequeños códigos y complicidades que crecieron con nosotros. En el camino algunos se desgajaron, yo mismo cambié muchas veces, aunque un pequeño núcleo, quizás el primitivo, se mantuvo ahí presente, en algún lugar del cerebro, de la memoria, del alma.

No guardo rencores de amigos de la infancia y la juventud; ninguno. Algunos están más distantes o casi desaparecidos pero cuando aparecen ellos, o algo con lo que tienen o tuvieron que ver, los sigo considerando de igual manera. Es curioso pero verdad, ninguno de los que fueron amigos entre los cinco años y los veinte considero hoy enemigos, algunos han sido adversarios políticos, deportivos, rivales en amores, pero ahora cuando ya todos peinamos canas o somos calvos estamos en la misma trinchera de la afectividad y la complicidad.

Viví experiencias salvajes, visitamos mundos esotéricos o sicodélicos, pero no queda casi ningún rastro amargo en nuestras relaciones y podemos hablar de esos tiempos, de esas locuras, y cuando oigo hablar con desprecio y desconocimiento de alguno de ellos me salé un dragón furioso de las entrañas que los defiende, a ellos y a mí en esos tiempos, y lo hago sin mucha razón porque realmente hicimos barbaridades y echamos a perder oportunidades de vida y desarrollo personal y además bastante salud que a la larga se nota, ¡vaya si se nota!

Fui cosechando amigos en los lugares en que viví. En La Laguna, donde hice amigos de todas las islas, bastantes han muerto, quizás demasiados. En Lérida, donde conocí gente de toda España con currículos no muy aconsejables pero que unos cuantos han marcado mi vida para bien y además mantenemos el contacto con análisis críticos de nuestras vidas y con mucho cariño y apoyo. Las Palmas es otro lugar donde en dos etapas de mi vida coseché amigos y amigas, y hago la diferencia porque algunas mujeres que conocí son de las amistades más profundas y valiosas de toda mi vida.

Después, o mientras tanto, en la actividad política, es bastante difícil lo de la amistad, pero si lo miras con perspectiva, también encontré y también las mantengo.

Cada año, cada aventura intelectual, literaria o estrictamente laboral va sumando miembros a ese club de “los nuestros”, si bien es verdad que los años le ponen a uno en el alma un filtro que casi nunca se equivoca, separa con habilidad la paja del grano y a veces también la pereza, produce un esfuerzo menor en establecer los puentes adecuados.

En estos últimos días de este otoño he pensado mucho en los amigos y la amistad, en mis prejuicios, en mis absurdos orgullos, en mi actitud sectaria de muchas veces, en lo cascarrabias que me pongo como defensa hacia lo que desconozco y al final me pongo amoroso como un queque en la leche y los ojos se me ponen rojos casi a punto de llorar… Tonterías de viejo, digo al que me descubre.

No es mal equipaje el que llevo en la maleta; es diverso y plural, hay ricos y pobres, gente escandalosa y tímidos silenciosos, personajes públicos y gente discreta y anónima, muy inteligentes oficiales y auténticos filósofos casi analfabetos, de todo.

Leer literatura, ver películas, escuchar a otros y hablar con humildad me ha ayudado a ir conociendo a los humanos – mira que es difícil – con el paso del tiempo recrearme en las historias con unos y otros es un ejercicio terapéutico y gozoso, prueben a hacerlo con calma.

Ayer me encontré en la calle con mi amigo Marco Menato y nos alegramos los dos muchísimo. Hoy viernes 3 de diciembre comienza una exposición suya en el Aeropuerto, vayan a verla que les gustará.

Benjamín Trujillo

btrujilloascanio@gmail.com