Marcelo Crivella (alcalde de Río de Janeiro) en su condición de pastor evangélico, se siente ofendido por un beso gay y su misión política, la única, es eliminarlo de la vista pública.

No sólo tiene trabajo de erradicar tan universal muestra de amor, sino que tendrá que enfrentarse al arte cristiano que también ha expresado pulsiones homoeróticas. Así que puede empezar a censurar la Capilla Sixtina, esa obra excelsa de Miguel Ángel que encuentra en el centro neurálgico del cristianismo. Allí donde se eligen a los Papas.

El genio renacentista retrató a dos hombres corpulentos besándose y abrazándose nada menos que en su fresco del Juicio Final. Celebraban que habían sido bendecidos. Que estaban salvados. Que eran hermosos, que se deseaban y se querían bajo la atenta mirada de Dios: nada malo pasaba entonces.
Y nada malo pasó, hasta que intolerantes protestantes brasileños han puesto el grito en el Cielo.

Todo el alboroto viene por un cómic de Marvel donde dos jóvenes, uno rubio y otro moreno, se besaban apasionadamente mientras colocaban sus manos sobre el cuello del otro. Molestó a los intolerantes. Peor aún: a los intolerantes del establishment político.

A veces deberíamos escandalizarnos por las cosas importantes como el hambre, la injusticia o la educación. Los intolerantes buscan en la prohibición el ‘efecto rebote’ . Aquello de mientras más prohíbas, más lo harán. Y así estos, los intolerantes, gritarán aquello de: libertinaje. Todo se emborronará y acabaremos más distanciados, si aún cabe más. Un beso es un beso, y en algunos lugares del mundo deberían atender las cosas más importantes y dejarse de chorradas.

A todos los que han sufrido persecución, discriminación y han sido humillados por su condición sexual: ¡Feliz día del Orgullo! No estás sol@.

 

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