Antonio José Ruiz de Padrón según el diario La Prensa (1917)

Entre los hijos más esclarecidos de la Gomera, merece preferente lugar don Antonio José Ruiz de Padrón, abad de Villamartín de Valdeorras, en Orense, diputado por Canarias en las Cortes de Cádiz.

Nació Ruiz de Padrón en modestísima vivienda de la villa y puerto de San Sebastián de la Gomera, el 9 de: Noviembre de 1757. En su villa natal se inició en las primeras letras y en i los rudimentos de la lengua latina, pasando a terminar su educación a la ciudad de La Laguna, í Admitido en las aulas del convento  franciscano de San Miguel de las Victorias, siguió con tal aprovechamiento y brillantez sus estudios teológicos, que los frailes, viendo en él una legítima esperanza de la Orden, le indujeron a profesar en ella, vistiendo Ruiz de Padrón el hábito franciscano, no se sabe si por vocación o por recurso.

Sabiendo ya cuanto podían enseñarle en su convento de La Laguna, aprovechó el ser llamado por un tío suyo, también fraile de San Francisco, residente en un convento de la Habana, para embarcar en esta capital con rumbo a la isla de Cuba al promediar el año de 1784.

La suerte excedió a sus aspiraciones, pues arrojado por furiosa tempestad a las costas de Pensilvania, arribó a Filadelfia, cerebro donde se había incubado la idea de la emancipación de los Estados Unidos. Allí fue acogido con afecto el fraile español y trató a hombres tan eminentes como Washington y Franklin.

Tuvo al fin que marchar a la Habana, donde permaneció poco tiempo, haciendo viaje desde aquella ciudad a Madrid, donde ingresó en el convento de San Francisco el Grande. En 1808 obtuvo del papa la secularización y emprendió un viaje por Francia e Italia regresando a España en 1810, cuando hallábase en todo su apogeo la guerra de la Independencia.

Encontrase a su llegada con la que se había sacado a oposición la  silla «abacial» de Villamartín de Valdeorras, ganando en brillante lid dicha prebenda, nada menos que contra 108 opositores.

De su, abadía salió para ocupar su puesto en las Cortes Constituyentes, como diputado elegido por estas islas. Tomó asiento en las Cortes el 13 de Diciembre, de 1811, el mismo día que quedaron aprobados los preceptos más substanciales del código  constitucional.

En dichas Cortes combatió el “Voto de Santiago» y sostuvo reñido debate con el diputado también eclesiástico don Pedro Gordillo, sobre  asuntos de interés de las islas Canarias, a las que representaban. Disputábanse la capitalidad de la  provincia tres poblaciones: Santa  Cruz de Tenerife, La Laguna y Las Palmas. Sostenía Gordillo las pretensiones de Las Palmas; los otros dos diputados de Tenerife, don Santiago Key y Muñoz y don Fernando de Llarena y Franchy, eran adictos a La Laguna; Ruiz de Padrón defendía las aspiraciones de Santa Cruz. Triunfaron las razones expuestas por el abad de Villamartín, quedando desde entonces fijada la capitalidad en Santa Cruz. Memorable en la vida de Ruiz de Padrón fué su brillantísima intervención en el debate sobre la supresión del Santo Oficio. Su dictamen sobre ese tema y el discurso con que lo apoyó, produjeron en la Asamblea efecto imponderable, dando el golpe de muerte a la abominable institución.

Cerradas las- Cortes de Cádiz y repuesto Fernando VII en el trono, se incluyó a Ruiz de Padrón entre los perseguidos por liberales siendo preso y sometido a proceso eclesiástico, teniéndole incomunicado durante diez meses. Visto después de un año el proceso, se le condenó por sus enemigos a encierro perpetuo en el convento de Cabeza de Alba, situado en un verdadero desierto.»  Alzose Ruiz de Padrón contra esa sentencia, y tras innumerables peripecias, la Chancillería de Valladolid declaró nulo lo actuado ordenando fuese el procesado repuesto en su abadía, al cabo de cuatro años de comenzado el proceso.

En las Cortes de 1820, Galicia y Canarias eligiéronle diputado. En reconocimiento a las atenciones que le prodigaron los habitantes de la primera, en días de suprema angustia, optó por ella. Pero ya, quebrantada su salud, poco pudo hacer en aquellas Cortes.

Después de ocupar la dignidad de maestrescuela en la Catedral de Málaga, regresó a Galicia buscando alivio a sus dolencias. Allí, él 8 de Septiembre de 1823 sorprendióle la muerte en Pórtela de Valdeorras. a los 66 años de edad.

Tal es, a grandes rasgos, la vida del sabio sacerdote y del elocuente orador Luchador incansable, su palabra siempre estuvo en defensa de la humanidad y de la justicia. Haciendo honor a sus nobilísimas cualidades, un biógrafo suyo, Villalba Hervás, Ruiz de Padrón, no rasgó, como otros, sus vestiduras sacerdotales en. la acerba lucha contra la ignorancia, la ambición y la hipocresía.

Como San Pablo, unió al espíritu revolucionario, en su más noble sentido, la santa vocación del apóstol y del mártir.

La prensa : diario republicano Año VII Número 2229 – 1917 Febrero 26