Esta noche Agulo olerá a tradición y Sabina

Esta noche y, como cada 24 de abril, la localidad norteña gomera de Agulo, olerá a tradición y a Sabina 

Se trata de un encuentro festivo, religioso y pagano que cada año confirma una tradición antigua que se ha traspasado generación tras generación, y cuyo ritual se conserva como antaño, incluyendo el característico olor a tronco de sabina que envuelve as calles durante la quema y donde queda patente el fervor popular y cariño hacia el santo patrón.

Las hogueras de San Marcos, son el emblema característico de las fiestas patronales de Agulo, y consisten en la construcción de una sucesión de hogueras hechas con leña de sabina habitualmente ensambladas, que se van situando en la calle principal del pueblo, bordeando la plaza de la Iglesia. Una vez encendidas, éstas son saltadas a gran velocidad por decenas de personas que, a modo de promesas y con ropas adecuadas para la ocasión, atraviesan las llamas ante la presencia del Santo Patrón, quién observa como en su honor, sus fieles creyentes saltan las impresionantes columnas de fuego.

Amen de buscar la protección del Santo, se sabe también, por tradición oral, que los antepasados pedían favores al Santo Patrón y a cambio le prometían que la víspera de San Marcos, el 24 de abril, llevarían una carga de leña de sabina y le harían una hoguera por ese favor.

La sabina es uno de los vegetales más característicos de nuestra flora. Se trata de un árbol de copa verde oscura y densa, que puede alanzar hasta los 4-5 metros de altura, aunque existen ejemplares de un gran porte que rebasan los 8 metros. Se encuentra formando parte de la vegetación termófila, junto a otras especies como almácigos y acebuches, en las medianías bajas del territorio insular, llegando hasta ámbitos próximos a la costa.

La sabina es una madera que arde incluso estando verde, su aroma es tan intenso y agradable que cuando esa noche se encienden las hogueras, el pueblo queda rodeado de una aureola perfumada de suave y agradable olor. Teniendo en cuenta que los sabinares están situados en zonas de orografía adversa y dificultoso acceso, había personas que se dedicaban a cortar sabina y luego vender esas cargas de leña a las gentes que tenían promesas.

El número de hogueras dependía de la cantidad de leña que ofrecía la gente. Esta leña se acopiaba en el tronco del laurel de indias situado en la plaza de la Iglesia y serían los jóvenes del lugar lo que hacían las hogueras que posteriormente ellos saltaban.

Hipótesis sobre e origen de la noche de San Marcos y el salto de las hogueras

La carencia de fuentes documentales escritas referidas a esta tradición nos hace imposible buscar una fecha exacta que date el comienzo de esta tradición que traspasa el ámbito insular y archipielágico dada su singularidad y ausencia de referentes análogos en cualquier otro lugar.

La primera hipótesis alude que la necesidad de conseguir la protección del Santo fuera una de las razones por las que los agulenses iniciaran la tradición de homenajear al Evangelista el día que la iglesia conmemora su muerte.

El probado beneficio que ejercía sobre las labores agrarias inauguró esta tradición que, aunque no dispongamos de una fecha exacta de inicio, se remonta muchas generaciones atrás. La información oral constata que se trata de una tradición muy antigua, transmitida entre los vecinos del lugar desde tiempos lejanos y que conserva toda la esencia de antaño, apenas variando algunos aspectos relativos a la organización de los fastos en aras de la mejora de la seguridad de una evento que en la actualidad concita cada año más de un millar y medio de asistentes, incluyendo un buen número de «saltadores», de ahí de la necesidad de contar con las debidas medidas preventivas y de control de una celebración que, aún siendo ancestral, por su naturaleza y características conlleva cierto riesgo.

Una segunda hipótesis vincula la tradición con la comunicación entre ambas orillas de Tenerife y La Gomera, y surge a colación de un gran hundimiento de tierras ocurrido en Agulo hacia 1770, con pérdida de casas, tierras de cultivo, y otros daños. El fenómeno geológico alcanzó tales proporciones que han llegado hasta nuestros días algunos topónimos locales referidos a enclaves donde se deja ver la huella de tal cataclismo, como el Rumbao, El Hoyo o La Quebrada. Tras acontecer este episodio, el día de San Marcos se instauró la costumbre de saludar a la orilla de enfrente con hogueras como modo de dar a entender que está bien.

Una tercera hipótesis propone que el origen de esta tradición tiene que ver con el azote de una epidemia, por entonces muy frecuentes (tuberculosis, peste,…), surgiendo el acto de las hogueras como una forma de rogar al Santo su protección.

 Un dato muy llamativo es que en los años previos a la colonización de Agulo, hubo una importante epidemia de peste en Canarias (1601-1606), siendo la Comarca Daute y su principal puerto de Garachico una de las zonas más afectadas.

El salto de las hogueras, un ritual secular.

Cando cae la noche, al son de las chácaras y tambores, se saca al Santo del templo y se deposita sobre unas andas en la plaza, al tiempo que se repican las campanas, se oye un grito al unísono de ¡Fuego, Fuego! Que antecede al encendido de la llama. Todo ello mientras suena el tajaraste bajo la figura del Santo Patrón.

Una vez encendidas las hogueras entran en escena los saltadores. Dicen que el salto está considerado como un acto de virilidad, y que cuanto más altas son las hogueras y más saltan estos, más hombres son. Así, de uno en uno, van saltando los saltadores que, al terminar la serie de hogueras, vuelven al inicio para volverlas a saltar. Las piras, tras casi una hora de fuego y sudor, van agotando su resplandor, aún así siguen sonando las chácaras y tambores, y son decenas de hombres y mujeres los que continúan, con gestos cargados de emoción, el impresionante ritmo de una de las expresiones folclóricas más antiguas de Canarias.

Al tiempo que el Santo se retira de nuevo al interior de la iglesia, comienza a notarse en el ambiente que la fiesta va adquiriendo su faceta más pagana, dándose paso de la tradición más añeja a la verbena popular en la cual participan personas de todas las edades.

 

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