Leyenda gomera: “El coraje de la raza”

El feudal Señor de la isla hacía de las suyas. Era Hernán Peraza un guapo, y, como tal, pagó sus desvaríos. Lo era guapetón, atrevido y…

Por así serlo, dicen, le mató. ¡Y tenía que suceder! Y sucedió, porque en la Gomera las paga el que es do raza de déspotas, Hernán Peraza lo fue».

I

¡Ya el gánigo de Guahedun se quebró! (1)— gritaban las tribus gomeritas—. ¡Se quebró el ganigo!…. y repitiéndose esta exclamación a diario, todos estaban contristados. Pero…

Llegó la hora suprema. El viejo Hupalapa tenía sospechas, muchas y malas. Juntóse a los descontentos del bando de Mulagua y…,. en una peña, donde hacían sus consultas, en Tagualache (2), juraron nada menos que matar a su soberbio Señor, a su amo –quien se había casado con mujer de casta noble, pero de innobles sentimientos –(3) y no solo por tiranizar a tantos fieles servidores, diezmar y apoderarse de las vidas y haciendas de los de Agana, Ipalan y Orone, sino por andar de malévolo, enamorado de la bella Iballa, de «La Flor del Gerían», más hermosa que Gara, la Princesita trágica del cuento de «La Cruz de Carne» Sí… Eso dicen, eso cuentan.

Y ya llega un bravo. Es Hautacuperche, amigo y firme a la santa cansa. El, dejando de guardar en Aseysele sus ganados; viene, por ser pariente de la moza legendaria, a vérselas con Peraza:viene a matarle, tan solo a matarle — para luego en él beber leche como en gánigo — (4), saciar su cólera sobre el cadáver frío de tan maldecido Señor… Y eso cuentan, y eso dicen…

El valiente Hautacuperche era del propio temple, de la misma pujanza que lo fue Jonay, — héroe glorioso rememorado en imperecederos Consejos y patricias tradiciones…

Pero… de pronto, se oyen silbos y otros silbos, y más silbidos… ¿Qué pasa? ¿Qué ocurre? Allá van a la baja los conjuros; ya suben, allá se les ven ir…. y el gánigo se había quebrado… Mas… Entré las sombras de la noche y el silencio que presta el punto de Tagualache, moribundo se oye roncar el mar y las aguas bañando los cuerpos de los conjurados, parecen recoger el secreto de la leyenda. Ya llegan a fierra, aquí están, ya han vuelto.

Camalahuige, queriendo deshacer su ya parlado compromiso, y al pisar la arena, con tibieza, acercándose a los suyos, les dice: «Amigos, el quitar la vida a! Señor no podrá ocultarse, y se ha de vindicar por las Justicias: y así tomemos otro medio de satisfacción (5). pero no bien concluye de pronunciar su sabio consejo o intencionado reproche. (6) el viejo Hupalapu, aun mojado su cuerpo del líquido salado por retornar a nado de la baja del secreto —, juzgando de ligeras aquellas palabras de Camalahuige, le reprocha de esta manera:

«Ver a la Patria oprimida

y así prefieren seguir.

! Cobarde, debes morir

antes de que venga el día!

¡ Cobarde, la tiranía

es el goce del malvado!,

¿no sabes que fue de hombría

libertar a un pueblo esclavo?»

Y avergonzado Camalahuige, é! mismo, y con un afilado punzón de tea se dio muerte. (7). ¡El gánigo seguía quebrado!

II

Era el 20 de Noviembre de 1488 y el Señor feudal, desoyendo los consejos do su escudero y paje de Cámara, llevado de cierta fingida anciana cautivadora (8). Se fue a su «Casa de la Seda», y procurando ocultar mejor sus correrías amorosas a doña Beatriz, su esposa, la dijo que se ausentaba de ella, por tener que disponer las siembras en Ghuajedun. Y hasta allá llego se fue… para no volver jamás.

Acechaba, con sus miradas de fuego y desde «La Cuesta de la Mérica», los diabólicos movimientos de Peraza, un joven llamado Ajeche, heredero del Valle Gran Rey. Cuidadoso del honor de «La Flor del Gerían», de su prometida Iballa, impaciente, con lánguido asento, lamentaba los infortunios de su raza y, como era poeta, con inspiración fecunda lanzaba al viento sus argentadas endechas de…

!Oh! Iballa, Iballa bella,

¡Tu eres mi buena estrella!

—-

El insular, ya es pobre;

los forajidos, ricos;

ya no se, estará acorde

con un señor de vicios

que todo se lo absorbe.

—-

IOh! Iballa, Iballa célica,

¡aquí te espero, en Mérica!

—-

¡Desierta está «Las Torres»! (9)

Sobre, cercanos riscos

se oyen fuertes silbos

que cunden precipicios,

¡ellos sirven de avisos

a novedad que corre!…

¡Y el gánigo de Guahedun continuaba quebrado!

Luego el galanteador español se apea de su alazán y entra en la morada de Iballa, dejando de retén y a la puerta de la misma al escudero. Su paje es retirado a no lejana distancia, llevando de bridas al bruto de su sangre árabe, quien, bajo la enramada de un cercano bosque, comienza a pastar, mientras en continuada canción, las aguas de abundante fuente, no cesaban de serpentear la verde alfombra de aquel lecho terrazo, donde aterrorizado pisa a menudo el paje y…

III

Habla y se despide Hautacuperche de los suyos, y con aquellos compañeros del secreto se marcha… so aleja…, pero se aleja con sus conjurados amigos a cumplir lo prometido.

El forzudo gomero, dijo se encargaba de vérselas con Peraza. Y así sucedió, porque el «Padre de la Patria», Hupalapu, como viejo, desconfiaba de sus fuerzas para dar un golpe certero, y como lodo estaba premeditado, Hautacuperche tomó su dardo de tea puntiagudo, y empuñándole con actitud Hostil, se aparta colérico…

Y empuña el héroe su dardo de tea…

Este hecho la historia le narra con amplitud de detalles y de ellos se glosa el conjunto en esta forma: «Dijo Hautacuperche a sus compañeros, que cuidasen de Hupalapu, porque era viejo; que él a Peraza, le prendería; que se bastaba para acabar con el temido Señor y puesto encima de la cueva, donde se cobijaba Iballa con la anciana fingida de cautivadora, y ya avisadas ambas, al sentir ruido intiman al galanteador a vestirse, quien, presto lo hace porque lo iban a sorprender, al propio tiempo que para disimular, éste se disfraza con unas sayas viejas de Huilla, trata salir fuera del cóncavo aposento.

La vieja y la joven, ya libres de Peraza, corren a incorporarse a los de su bando, mientras aquella, dando grandes voces, lo hacen así: ¡gomeros, este que sale es¡ ¡ prenderle no se vaya! Como Peraza oyó la tal exclamación tornóse dentro de la cueva, después de observar que venía gente a prenderle y de conocer a Ajeche que le decía: para aprisionarle darle muerte, es preciso que vista, hábito de hombre y no de mujer, y Peraza, colocándose la coraza y embrazando la daga y su espada (10) se coloca en la puerta (11).

Y el magnate español, lleno de insultante arrogancia espera, ufano, el golpe rudo pero incierto de aquel que le acometiese…

Y Hautacuperche, ufano

sobre la cueva trepado

con largo dardo en su mano

estuvo bien preparado.

—-

A Peraza ¡su señor,

con toda fuerza y acierto

endióle en el pescuezo

presto, y en tierra cayó

junto a su escudero, muerto, (12)

—-

A Ajeche le devolvió

su Iballa, no mancillada,

y con honor batalló

porque fuese libertada

la raza, tan oprobiada

cosa que no consiguió.

—-

¡Ejemplo asombroso de dignidad y patriotismo! Así el tirano pagó sus culpabilidades, así murió…

Y Hupalapu y Hautacuperche también murieron, pero murieron sin menoscabar el honor de la gesta indómita y nombrando con fulgores de gloria a sus ibergomerltas descendientes; porque en éstos perdura el coraje de la raza.

F. P. Mote de Ocas García, Cronista oficial de Canarias,  Puerto de la Cruz, Octubre de 1928. Publicado en La Gaceta de Tenerife, Año XVIII Número 4679 – 12 de octubre de 1928

(1) «Historia de Canarias), por Abren Galindo, (1.632, pág. 160, edición del 848}.

(2) Llamase después «La Raja del Secreto».

(3) Doña Beatriz de Bobadilla.

(4) «Historia de idem», por id. id., página ya citada, etc.

(5) «Descripción Histórica de Canarias», por A, del Castillo, (1,739), pág. 149, edición del 848.

(6) -Aun no se han juzgado bien el sentido de tales palabras que pronunciara Camalahuige.

(7) Algunos escritores le hacen asesinado por Hupalapu el viejo.

(8) Preténdase imponerle como madre ríe Iballa a dicha anciana.

(0) Esta fortaleza fue edificada por Pereza el viejo, marido de «doña Inés de las Casas, pero, arruinada, parece se redujo un tanto su perímetro, reedificándole el año 1578, por mandato del Rey Felipe TT.

(10) «Historia de Canarias», por Abren Galindo, ya precitada, pág. 159.

(11) «Descripción histórica ídem». Por A. del Castillo id. id, pág. 149. En ella se lee que «Peraza, tomando unas enaguas, con la prisa mal puestas, y otras a la cabeza, y una talla, salió haciendo el papel de ir por agua a la fuente, donde había dejado el caballo».

(12) Abreu Gal indo, en su obra ya más que citada, pág. 159, refiere: «Mataron también al paje que había llevado (Peraza) consigo».

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