Un barco pirata en la playa de La Caleta (Hermigua)

Esta vez no se trata de ninguna leyenda sino de algo totalmente verídico y constatado históricamente. Hermigua es un pueblo pequeño pero con una historia realmente rica e interesante. En su pasado incluso tiene cabida los piratas, como los que aparecen en las películas que vemos en las salas de los cines. Algo que podría ser sorprendente para muchos pero que era habitual en el siglo XVIII donde las incursiones de piratas y corsarios en nuestras aguas canarias eran frecuentes y una de ellas tuvo lugar en La Caleta. El historiador canario Viera y Clavijo así nos lo relata:

Playa de La Caleta, Hermigua«Ya tres años antes, en 1740, habían los gomeros mostrado a los ingleses su intrepidez nativa. Un corsario de esta nación seguía cierto barco que transitaba de La Palma a Gran Canaria, cargado de variedad de dulces. Refugióse a la playa del Azúcar  [Playa De la Caleta], de La Gomera, en el valle de Hermigua. Acuden al punto los isleños a su socorro y, aunque el barco pereció contra un roque por precipitación de los marineros, quitaron los milicianos la vida cinco ingleses y aprisionaron a dos. No contentos con esto, el capitán don Pedro Salazar y don Fernando Peraza se entraron armados de sus fusiles en la lancha de la nave perdida, a fin de perseguir la del corsario que huía con toda diligencia.»

No deja de ser interesante este episodio narrado por este historiador canario -contemporáneo del episodio relatado- por el hecho de haber sido escenario nuestras costas de la visita de estos míticos piratas.

El corsario es aquel navío que en virtud de contrato estipulado con su Estado bajo cuyo mandato navega, persigue, captura, o visita barcos mercantes de países enemigos, quedándose con las presas capturadas o parte de ellas, y sujetándose a reglas previstas por la legislación.

Las patentes de corso autorizaban a perseguir a los piratas y las embarcaciones enemigas en tiempo de guerra, colocaban al navío corsario prácticamente en la condición de un buque de guerra y permitían a sus propietarios quedarse con las presas que capturasen.

A partir del siglo XVIII dejaron de concederse sin considerar la nacionalidad de sus beneficiarios y pasaron a estar reservadas únicamente a los súbditos de la nación beligerante. En la práctica, sin embargo, es difícil determinar dónde empieza la piratería y dónde termina el corso, que degenera fácilmente en aquélla; el mismo individuo es considerado a veces corsario por sus compatriotas y pirata por los enemigos.

Isla De La Gomera

 

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