El Cedro, un bosque de cuento

Un continuo fluir del agua acompaña al senderista que se adentra en esta zona del parque. Pocos lugares en las Islas Canarias cuentan con un

riachuelo con aguas permanentes y el Cedro es posiblemente la mejor muestra de ello. Es que aquí cada gota que corre por este cauce tiene su historia y no una historia cualquiera, lleva tras de sí un viaje a través de las nubes, que son arrastradas por los vientos alisios para encontrarse con las laderas de la cara norte de la isla para finalmente chocar con los árboles que actúan como esponjas. Este increíble fenómeno se conoce como la lluvia horizontal y es la responsable de alimentar el cauce de este riachuelo con cada gota venida desde tan lejos. Sabiendo su historia el senderista aprecia aún más si cabe, la belleza visual y sensitiva que deja el agua tras su paso.

Aquí todo el paisaje conforma un escenario donde la naturaleza se hace protagonista para mostrar todos sus encantos. Los enormes y bien conservados ejemplares de Brezos, Hayas, Acebiños, Viñátigos y Loros, se encuentran muchas veces recubiertos de musgos y líquenes que acentúan aún más su enigmática belleza. Los helechos de gran tamaño y verde intenso atestiguan la elevada humedad que aquí predomina y acompañan al caminante en todo su paseo.

El aire tan puro, los cantos de los pájaros y el fluir del agua invitan a detenerse, con todos los sentidos bien abiertos para contagiarse de toda la magia que el lugar brinda generosamente.

En este paseo se encuentra la Ermita Nuestra Señora de Lourdes, una coqueta construcción que se viste de gala cada año en el último domingo de agosto en honor a su virgen. Para estas fechas el retumbar de las chácaras y tambores contagia con sus sonidos a todos los asistentes devotos que se acercan para disfrutar estas fechas.

Esta construcción se debe al empeño de una señora inglesa que trabajó como institutriz y cuyo sueño era construir una ermita en el medio del monte. Una vez que se jubiló pudo finalmente cumplir sus deseos en el año 1935 y desde entonces el último domingo de agosto congrega a multitud de vecinos que llegan desde todos los puntos de la isla.