La fábrica de salazón del Conde de Bárbate, en La Gomera

La pesca del atún en aguas de La Gomera se practica desde muy antiguo y su preparación en salmuera se remonta quizás a fines de la décima octava centuria; pero la industrialización de este pescado en cantidad apreciable, es de fecha  relativamente próxima.

Entre las numerosas empresas establecidas en La Gomera para la explotación de esta industria figura la instalación salazonera que dirige don Manuel Bendala Palacios, propiedad del Excmo. Sr. Conde de Bárbate, Presidente de la Federación Nacional de armadores de buques de pesca y propietario de las almadrabas de Bárbate, Sara, Tánger, Areda y otras varias y de las grandes fábricas de enlatado de atún y sardina de Barbare e Isla Cristina, modelos en su género y quizás las más importantes de España en este ramo.

La referida instalación, situada en el local llamado «Torre del Conde”, consta de dos grandes barracones en uno de los cuales se halla el taller de carpintería  de ribera para la construcción de buques y en otro los tanques, depósitos, prensas, almacén de sal y demás elementos necesarios para la fabricación de atún y bonito en salmuera, mojamas y sardina salada y prensada en tabales de madera, cuyas elaboraciones exporta a los mercados del Levante español, donde son muy conocidos y apreciados los productos de esta marca.

Esta poderosa empresa a que nos venimos refiriendo se estableció en el mes de abril del pasado año, y a fines de septiembre adquirió un extenso solar lindante con la playa para edificar la fábrica de conservas y tiene en tramitación un expediente de concesión de una parcela de la zona marítimo-terrestre, para la ejecución de varias obras de gran importancia y de cuyo proyecto es autor el ilustrado ingeniero de esta capital don Juan Muñox Pruneda.

La pesca del atún en La Gomera se ejecuta con los medios y los procedimientos más primitivos; es sencillamente, la pesca a cordel, como en tiempo de los fenicios.

Los barcos que se emplean son botes de cinco a siete metros de eslora.

Parece increíble que con tan frágiles embarcaciones sean los gomeros bastante osados para aventurarse mar adentro en pos de la captura de animal tan fuerte y corpulento como es el atún,  pero así es la realidad.

Los referidos botes navegan a la vela y a remo, constando su tripulación de cuatro a seis hombres, según sus dimensiones;  algunos más pequeños, llevan solamente tres tripulantes v los mayores hasta ocho.

El aparejo completo de cada barco se compone de ochenta a cien liñas o cordeles y variable número de anzuelos; cada liña suele tener unas veinticinco brazas y su grueso y resistencia varía con la época del año en que se empican, siendo las más corrientemente usadas de 12, 15, 18, 21, 24, 27, 30 y 33 hilos de hilaza de cáñamo torcida: los anzuelos son de hierro acerado, muy fuertes, recibiendo los nombres de mayor a menor tamaño, de fondo, medio fondo, vellisco o superficie o bamba.

Como engodo del atún y para cebar los anzuelos  se emplea la caballa que nunca escasea en la isla.

Una vez equipados los botes y se tiene noticias de la presencia del atún, se dirigen primero a proveerse de caballa, cuya pesca llevan a cabo antes del amanecer, y después navegan mar adentro hasta situarse en los pesqueros, llamados “bajos”, cuyas mareas son conocidas por todos los pescadores.

Según el tamaño y el número de tripulantes, cada barco es mantenido en el sitio de la pesca por uno o dos hombres puestos a los remos, y los otros largan al mar dos o tres calas de liñas con sus anzuelos encebados (generalmente una cala por la proa y dos por la popa),  aguardando pacientemente a que pique el atún.

Al picar o enganchar un pez, según la fuerza que este mande o la destreza del pescador, que suelta o hala aconsejado por su práctica, sube más o menos pronto a la superficie donde se le embichera y mata a palos en los morrillos antes de izarle a bordo. La operación es larga y pesada y requiere más habilidad que fuerza.

Aun cuando no disponemos de espacio suficiente para reseñar detalladamente las diferencias entre el atún de Canarias y el capturado en las almadrabas de la península esbozaremos algunas de sus principales características.

Con el nombre genérico de «albacora», se designa en Canarias unas cuantas variedades llamadas «atunas», «patudo», «pez lev», «rabil» y «barrilote», las dos primeras son muy parecidas al atún de almadrabas, pero las tres últimas son casi desconocidas en ellas.

En general el atún de La Gomera es mucho más pequeño que el peninsular, lo cual no impide que de cuando en cuando se cojan aquí hermosos ejemplares, pues el año pasado recordamos haber visto uno de doscientos kilos y un “patudo” desembarcado en San Sebastián para la factoría del señor Bendala, pesó 116 kilos.

De las referidas variedades, el “patudo”, corpulento y flaco abunda en invierno; el “Rabil”, de peso medio -60 kilos- , muy gordo, grasiento, de carne rosada,  muy bueno para conserva, aparece en mayo y se pesca en todo el verano; el ‘barrilete’, de pequeño tamaño – 15 a 25 kilos – tiene la carne muy blanca, fina y de excelente gusto v suele aparecer en otoño, pescándose también en enero y febrero.

En La Gomera se coge atún con mayor o menor intensidad durante todo el año, con las obligadas interrupciones impuestas por los temporales en invierno.

Desde principios de enero hasta abril el pez, come y se captura en la superficie, dando el promedio mínimo de peso, 30 kilógramos; en mayo, junio y julio, pica el cebo a gran profundidad y las piezas son mayores y de mejor calidad; en agosto disminuye la pesca, animándose más tarde hacia mediados de septiembre, para caer casi por completo en noviembre y diciembre.

La situación del pescador Gomero por lo que se refiere a la remuneración de su trabajo, es sumamente halagüeña, pudiendo afirmarse rotundamente, que el pescador de la mencionada isla es el mejor retribuido de la nación, hoy día.

Revista Hesperides 01/05/1927