Recuerdos de unas fiestas: El Carnaval en La Gomera (1934)

Estamos accidentalmente en Agulo; es nuestro pueblo natal y rincón de nuestros amores.

Agulo es bello y poético, donde la naturaleza se especializó en sus dones: sus hijos honrados y laboriosos y un tanto soñadores han trazado el pueblecillo como un pájaro marino que, atrevido y ufano, parece batir sus alas y volar, volar, volar…

Este pueblo estaba en pasados días tristón: parecía un alevoso zunzún o maldición de gitanos, y «precisaba hacerle reír, cantar, bailar y saltar en los Carnavales. Y así estuvieron de alegres.

Con general beneplácito se abrieron con entusiasmo las compuertas del humor y la gente se dio a la calle deseando divertirse y gozar, ¡empezaban ya a dar sus frutos las frescas iniciativas!

El domingo tuvo todo el interés de lo que empieza y alborea con ansia en la juventud, que es vida y es encanto a la vez.

Muy temprano empezaron a iniciarse los festejos con diferentes comparsas. A las tres de la tarde comenzó el baile infantil en el Casino.

Era de ver las caritas alegres de los nenes y la gran satisfacción de las mamas; yo recordaba entonces, con el alma contrita, la ausencia y la distancia de mi alegre «Reinecita».

Y los niños bailaban y se reían con esa dulce sonrisa que es propia de la inocencia, iqué hermoso aquello!…

El Casino tuvo la galantería de obsequiar con juguetes y dulces a los infantes. El Casino es aquí el templo donde se elaboran las atenciones en general y a granel.

Demos ahora sus hombres: Marujita Rius, hija del señor presidente del Casino, de dama antigua, «simpatiquísima; Joseito Casanova, de español, y su hermanito Oscar, de cielo; Alonsito Ascanio Mendoza, de moro, luciendo una trenza de tiempos idos; Nela, su hermana, también de mora; Angelita Febles, de trébol; Lito García, de marino; Miguelina Sánchez, de aldeana; Benjamín Padilla, de soldado; María C. Padilla, de bailarina; Amelia Bravo, de Japonesa ¡ideal!; Pepito y Angelita Ascanio, hijos del Dr. Ascanio, el uno de pierrot y la otra de gallega, imonisimos!; Teresita Bravo, de magnolia; Sara Izquierdo, de bailarina; y la sugestiva chiquilla del secretario del Ayuntamiento, Inocencia Rosa Bravo, de aldeana.

Y vino el lunes, día que pudiéramos llamar de gala, porque hubo derroche de belleza y de alegría.

Por la tarde, y a hora muy temprano, Hermigua nos invadió con diferentes comparsas luciendo «trayentes trajes y una gran variedad en los tipos de disfraz. Se les dio en el Casino un «asalto»: fue aquello hermoso, rebosante de entusiasmo…

A las nueve de la noche, gran baile de disfraz; entre aquel enjambre de parejas de baile se destacaba una, simpática y atrayente, Pepita Trujillo, de Hermigua, con traje de marinero, y nuestro dilecto amigo M. Padilla, de dama antigua. La inversión aparente de los sexos daba una nota cómica y “chic”.

Allí estaba la señora de Rius, presidente del Casino; Andrea Mendoza de Ascanio, M. Reyes Fragoso de Trujillo; Isabel, la hermana del cronista; Amelia Montesino de Trujillo, Dolores Carrillo de García, Hortensia Solís de Casanova, Carmela Cabello de Febles, María Carrillo de Trujillo, Erenia Montesino de Ascanio, Candelaria León de Casanova, Carmen Bravo de Izquierdo, Olaya Armas de Bravo, María de la Paz Darlas de Méndez; Manuela F., viuda de Mendoza; Julia T., viuda de Ascanio; y Mercedes Padilla de Fernández.

Un trío especial: las hermanas Engracia, Mercedes y Angelita Mendoza y Casanova, encantadoras; Clarita Trujillo y Mercedes Rodríguez, como siempre; María Julieta Carrillo y Carmita Bento, fascinadoras; Inocencia Izquierdo y Lupe Mora, elegantísimas; M. del Carmen Febles, una Venus de Milo; Hortensia Montesino, Argelia García, Herminia Bravo y María Julia Ascanio, interesantes; Gudelía Rodríguez y Maruca Sánchez, bellísimas; Josefa Sánchez y Prudencia Darías, simpáticas; Rosita Darías, ideal amiguita nuestra; Pepita Fragoso Carrillo, una deidad; Isabelita García Trujillo, simpatiquísima.

Hay que perdonarle al cronista sus omisiones y errores. No somos periodistas y nuestro arte es de un profano. La hora avanzaba, y el baile semejaba no tener fin.

Era ya tarde y nos disponíamos a salir para descansar y esperar al nuevo día, dejando a Terpsícore en su mejor reinado, por que tanta belleza de mujer hacía del salón un lugar encantado.

Nos despedimos, pues, del señor Rius, entusiasta presidente, a quien felicitamos por su cooperación e iniciativas en estas fiestas y por qué con su traje de disfraz era un auténtico torero.

Se nos adelantaba una noticia: la de que el martes era para Hermigua, el pueblo hermano y caballeroso de siempre, y así resultó en parte.

La élite de la sociedad agulense se nos fue a Hermigua; nos abandonó unas horas…

Ambulábamos, pues, ansiosos de recoger las últimas palpitaciones del momento.

Las calles y lugares eran todos idénticos; la alegría era por doquier igual. Caía la tarde, ya Momo» llegaba a su fin cuando vimos aparecer una comparsa como de Exploradores; eran muchachos del pueblo con balizas, auxiliares e Ingenieros trazando la carretera ofrecida: había un gran cartelón simbólico y, luego, un argumento.

Después vimos un «golf», de M. del Carmen Febles; y, luego, un epílogo, algo así como una conquista amorosa; como un broche de oro cerrando las fiestas; me reservo sus nombres, daré sus iniciales: ella, M. S.; él, D. C.

Antes de terminar, quiero felicitar a D. Montesino, siempre atento y cortés para las damas y amigos.

Y para el licenciado Casanova, un aplauso, porque fue el «cicerone» de las fiestas, con todos los visitantes; así es de caballeresco, culto y bonachón el amigo.

Agulo, en general, debe felicitarse por que en esa exposición liberal de entusiasmo no se dio una nota de mal género. Conste así.

Alonso ASCANIO TRUJILLO.

Agulo (Gomera), Febrero de 1934.

 

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