Canarios en Mauthausen

Muy poco o nada se sabe de los canarios víctimas del nacionalsocialismo y ya es hora de que los isleños nos esforcemos en recordar a nuestros paisanos que fueron arrojados al abismo del más sangriento conflicto que ha vivido la humanidad en toda su historia.

Este periplo por el infierno de los años treinta y cuarenta es recorrido por estos canarios a los que se les cierra la puerta de su patria. A pesar de los años pasados, nuestra memoria sobre ellos se pierde en la noche de los tiempos, apenas conocemos algo de sus vidas.

Los canarios escapan de la jaula

Cientos de canarios, quizás miles, lograron salir de las islas a lo largo de los años de la guerra de España huyendo de la ocupación militar y del terror que se implantó en el archipiélago a partir del 18 de julio de 1936.

Sin embargo, no era fácil escaparse y muchos fracasaron en el empeño. Otros sí lo lograron y pudieron alcanzar algún puerto de la costa africana bajo jurisdicción francesa, generalmente a Dakar, Port-Etienne, Safi y Casablanca. Algunos lo intentaron en falúas y otras embarcaciones desde la isla más cercana a África: Lanzarote. Pero la mayoría eran marineros o pescadores que aprovechaban las escalas africanas para quedarse y pedir asilo político a las autoridades coloniales francesas de Marruecos y Senegal. Esta forma de evasión llegó a ser tan frecuente que las autoridades franquistas llegaron a poner falangistas armados en los pesqueros para impedir las fugas.

Probablemente, la fuga más sonada fue la que protagonizaron 23 presos republicanos deportados a Villa Cisneros y la mayor parte de la guarnición de ese enclave colonial español -cerca de 100 soldados- en la noche del 13 al 14 de marzo de 1937. Estos logran capturar el vapor correo procedente de Las Palmas, el Viera y Clavijo, muchos de cuyos tripulantes se sumarán a la fuga, y pondrán rumbo al puerto de Dakar. Fueron 152 los fugados entre presos, militares y tripulantes.

La importancia de estas fugas de canarios está reflejada en un oficio del Cónsul de la República española en Burdeos, Pedro Lecuona, en el que da cuenta de la llegada de 10 pescadores canarios que habían huido el 16 de febrero de 1938 de las islas.

Otra forma de llegar a la zona republicana desde Canarias era el canje de prisioneros. Se conoce un canje importante de 90 presos republicanos que se encontraban en el campo de concentración de Fyffes en Tenerife y que voluntariamente desearon ir a la zona controlada por el Ejército republicano. Los 90 fueron trasladados a Barcelona en septiembre de 1938 y muchos de ellos decidieron luchar por la República cuando esta se encontraba acorralada por las tropas franquistas.

Los desertores constituyen otro grupo nada despreciable de canarios que se pasan al bando republicano desde el mismo frente de guerra en la Península. Algunos de ellos son del pueblo grancanario de Arucas, lugar con una fuerte implantación obrera y que fue muy castigado por la represión. Las fugas de aruquenses en el frente de guerra eran tan cotidianas que las autoridades militares franquistas tomaron la medida de mezclarlos con tropas más fiables de otros lugares. También tenemos el dato que unos cien canarios se pasaron a los republicanos en la batalla del Ebro, durante la segunda mitad de 1938.

Otro grupo es el de canarios que se encontraron en la zona leal a la República desde el momento del golpe militar del 18 de julio de 1936, ya sea porque vivieran en la Península o porque estaban de manera ocasional. Muchos de ellos decidieron ponerse a disposición de la legalidad republicana.

Fugados, canjeados, desertores, viajeros circunstanciales y residentes permanentes son los cinco grupos de canarios que constituirán la aportación canaria a la defensa de la República.

Pero la caída de Cataluña, en febrero de 1939, y la posterior derrota republicana un mes después provocó un inmenso éxodo de más de 500.000 personas por la frontera francesa, huyendo de las represalias franquistas. Muchos canarios irían con ellos. No sabemos su número, posiblemente estaría cercano al millar pero no lo sabemos con exactitud.

Los españoles como mano de obra barata en Francia

Ante la masiva llegada de españoles a Francia, el gobierno galo decide sacar partido de la mano de obra disponible. Había muchas cosas por hacer, sobre todo ante la perspectiva sombría que presenta Europa en esta fecha.

Mediante un decreto del 12 de abril de 1939, los extranjeros refugiados en Francia que tuvieran entre veinte y cuarenta y ocho años son obligados a proporcionar prestaciones laborales por el mismo tiempo que los franceses realizaban el servicio militar. Sería un trabajo remunerado, aunque muy por debajo de lo que percibía un obrero francés.

Con posterioridad se dio cuerpo al encuadramiento de estos trabajadores. Nacieron las Compañías de Trabajadores Extranjeros, que eran unidades militarizadas, integradas por unos 250 hombres y capitaneados por oficiales franceses. Los españoles, que vivían en unas miserables condiciones en los múltiples campos de concentración mayoritariamente situados en la zona de los Pirineos Orientales -Angeles sur Mer, Le Barcarés, Saint Cyprien-, verán en estas compañías una forma de escapar de la miseria y se enrolarán en un número considerable. Entre la primavera de 1939 y el estallido de la II Guerra Mundial se apuntarán a estas compañías alrededor de 20.000 españoles.

La mayor parte de las Compañías fueron enviadas a la frontera para las tareas de la defensa nacional. Trincheras, fortificaciones, vías de comunicación y construcción de campamentos militares eran prioritarias entre la primavera y el verano de 1939.

Pero la industria de guerra francesa necesitaba obreros especializados españoles y estos fueron confinados primeramente en el campo de concentración de Septfonds y luego fueron reclutados para tales menesteres.

Con el estallido de la Guerra, en septiembre de 1939, el encuadramiento de españoles se acelera, de tal manera que pocos meses después ya eran unos 55.000 los españoles enrolados en las Compañías de Trabajadores a disposición de los diferentes ejércitos y ministerios.

Pero, junto a las Compañías de Trabajo, se ofrecía la posibilidad a los españoles del enrolamiento militar, o bien en la Legión Extranjera o bien en los Regimientos de Marcha de Voluntarios Extranjeros. Alrededor de 6.000 hombres se apuntaron a esta modalidad, aunque no pudieron constituir unidades regulares españolas porque el gobierno francés quería preservar las relaciones con el gobierno de Franco. Muchos canarios se encontraban en esta situación.

La ofensiva alemana de mayo-junio de 1940 hace que los españoles se vean envueltos nuevamente en la vorágine de la guerra. Para ellos era simplemente continuar con el combate contra el fascismo que había empezado en España en 1936. Los franceses tardaron en darse cuenta de esto. Se calcula que unos 5.000 españoles murieron en la batalla de Francia. La rápida ofensiva alemana desborda fácilmente las líneas francesas y atrapa a decenas de miles de prisioneros en las zonas fronterizas. Comenzaría un nuevo calvario para los españoles.

Deportados a Alemania y esclavos del III Reich

Todos los españoles capturados por los alemanes son internados en campos de prisioneros de guerra. Primero van a campos improvisados en Francia, como el de Estrasburgo o Belfort, y luego les conducen a territorio alemán. No hay cifras exactas, pero en estos momentos unos 15.000 españoles fueron apresados. La red de Campos de alemanes estaba muy repartida por toda la geografía. Así, una de las primeras expediciones de españoles van al Stalag XII-D, en Tréveris, luego pasan al XIII-A en Nuremberg, más tarde van al Stalag VII-A, en Mobsburg (norte de Munich). El 6 de agosto de 1940 llegarían a su destino final: Mauthausen. Otras expediciones pasaron por otros campos, como el de Neue Bremm, cerca de Saarbrücken, o el Stalag Trier.

Pero la consideración de prisioneros de guerra va a cambiar muy pronto. Se sabe que todos los apresados son sometidos a una exhaustiva investigación y que los españoles son identificados expresamente para el cambio de consideración. Hay testimonios que dicen que los alemanes identificaban a los judíos y a los llamados “rojos españoles” para distinguirlos de los soldados franceses. Ya no serían considerados prisioneros de guerra sino apátridas, antifascistas y enemigos declarados de la Alemania nazi y, por lo tanto, serían desplazados a otro tipo de campos, los de exterminio. Algunos ocultaron su nacionalidad y pudieron escapar.

El destino de la gran mayoría de los españoles fue el campo de concentración de Mauthausen, encuadrado en la categoría III, es decir concebido como campo de exterminio para detenidos por casos graves incapaces de la rehabilitación y cuyos prisioneros nunca serían liberados. El propósito es que los presos vivieran el tiempo suficiente para utilizarlos como mano de obra esclava antes de que les llegara la muerte. No estaba previsto, por lo tanto, que alguien saliera de él con vida.

Los españoles fueron una de las primeras comunidades nacionales en llegar al Campo. Primero fueron los propios alemanes y austriacos, más tarde los checos y polacos y después les tocó el turno a los españoles. No hay cifras exactas pero su número ronda los 8.000.

Sergio Millares Cantero es historiador

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