Hoy 27 de agosto se cumplen 80 años de los fusilamientos de Vallehermoso

Hoy 27 de agosto se cumple el 80 aniversario de los fusilamientos (en 1936) del alcalde accidental de Vallehermoso Ramón Cabrera Bernal; del presidente de la Federación Obrera de Vallehermoso, Manuel Quintana Florentino; y del brigada de la guardia civil, Francisco Mas García.

Sobre el momento del fusilamiento, nos cuenta un preso de Caballería: «De Caballería sacaron a Bernal y a Quintana para fusilarlos -dormían exactamente al lado mío— Al principio ‘no creyeron que se llegara a efectuar’, porque fueron prácticamente los primeros -bueno, el primero fue el Teniente de la Guardia de Asalto, Alfonso González Campos, pero lue­go fueron ellos. ¡Dicen!… dicen que la Guardia Civil pidió fu­silar al Brigada, cosa que no está autorizada; no querían que otra arma lo fusilara».

En una ‘nota oficial’, el 27 de agosto, se comunica: «Esta madrugada, a las cinco y treinta, ha sido ‘ejecutada la sentencia’ dictada por Consejo de Guerra celebrado en esta plaza, la cual fue confirmada ayer (día 26) tarde por la Junta Nacional de De­fensa. Formaron el cuadro una sección de Infantería con escuadra y banda y otras de Artillería, Ingenieros y Guardia Civil, siendo ejecutada la sentencia por un piquete de Guardias Civiles al man­do de un Teniente». El fusilamiento se efectuó en la Batería del Barranco del Hierro. La nota termina de forma asaz partidista: «Una vez más la razón’ (?) ha precedido a la muerte y han muerto como españoles los que ofuscados por ideas disolventes, se atrevieron a combatir contra su patria».

ramon cabreraHasta aquí, hemos relatado la parte ‘oficial’ de estos hechos; veamos ahora los testimonios recogidos sobre los fusilados, em­pezando por Ramón Cabrera Bernal: «Mi primo Víctor era el Alcalde y se fue a Santa Cruz a una diligencia en aquellos días, es decir a una cosa de la Mancomunidad de Cabildos, y mi hermano se quedó aquí de Alcalde; cuando vino el Movi­miento mi hermano estaba de Alcalde».

«Una gran persona, culto -una cultura mediana – de una familia de ricachos -vivían de lo de ellos-, muy educado, so­cialista».

«Franco que si esto que si lo otro, pero las rencillas de las pueblos fueron las causantes de muchas cosas; a lo mejor us­ted no se llevaba conmigo, lo denunciaba; el otro no se lleva­ba con otro, lo denunciaba, y cosas de ésas. En los pueblos… los pueblos fueron los causantes de muchas desgracias. Por­que a Ramón le vino el indulto tres veces (?), y lo fusilaron por acusaciones que le vinieron de aquí. Y mi suegro dice que estu­vo casa de muchos señores pidiéndoles de rodillas que manda­ran buena recomendación del hijo, y nadie quiso. Y era buena persona, no es porque esté muerto, sino que era buena perso­na, no hacía daño a nadie. Claro, al irse el primer Alcalde, tuvo él que quedarse actuando de segundo alcalde, y por eso lo cogieron».

«Mi abuela era una santa, el dolor de ella era, ‘si yo sé que a mi sobrino lo van a matar, yo hubiera hablado con los curas, yo hubiera hablado con alguien’; pero fue esa cosa que lo desaparecieron sin dar tiempo a nada».

Hasta Manuel Mora Roldán, afirma: «De aquí fusilaron al Teniente de Alcalde, que fue una barbaridad, desde mi punto de vista eso fue una terrible equivocación, pero en todas las revoluciones (?) hay fallos garrafales. Este era un hombre tran­quilo, una buena persona. Cuando las fuerzas llegaron al pue­blo, lo destituyeron inmediatamente, lo detuvieron por resistencia a las fuerzas armadas, y se lo cargaron».

Sin embargo, para Olivier Méndez, «el único que dio pie a ser ejecutado fue Ramón Cabrera, por desobediencia».

Pero veamos el escalofriante relato de Gil Cabrera: «Cuan­do mi padre llegó a la cárcel, le dejaron entrar a ver al hijo. Entonces mi hermano pidió como última voluntad una tacita de café y una lasquita de uva’. Al pedirle eso, mi padre salió a buscarlo inmediatamente junto a una señora, la madre de Domingo ‘Obispo» Le trajeron la lasquita de uva y cuando se la iba a dar, hicieron así: Se la tiraron al suelo y se la pisotea­ron, no se la dejaron dar. Entonces mi madre le dio un medio -cinco pesos-y mi hermano lo fue a recoger; lo sacaron de allí, lo llevaron arrastrando para adentro. Esos son los carce­leros de entonces. Esa fue la última vez que lo vio. Después vino de Santa Cruz, y mi padre se iba a tirar al mar, y vino un señor de aquí con él, porque él no quería llegar a casa. Y en Santa Cruz le dijeron que si el pueblo pedía clemencia por mi hermano, todavía le podían conmutar la pena capital por la pena perpetua. Estos estaban en una parranda allá arriba en el Tión [El Teón], y mi padre cogió su bastoncito al llegar aquí, pin -pan, pin-pan, y se fue arriba donde ellos estaban. Desde que lo vie­ron llegar loa tipos estos, la ‘crema’ de Vallehermoso, se me­tieron en un cuarto que tenían allí. Después mi padre les dijo, bueno se les arrodilló en la puerta, y le dicen: ‘Nosotros no podemos hacer nada; si su hijo lo debe, nosotros qué vamos a hacer, así que por lo tanto…’. Salió mi padre de allí, usted sabe más o menos cómo puede salir un padre, y en aquellos entonces que todavía había cariño en la familia, entonces le salen atrás tocando una guitarra y tirando voladores, toda la ‘crema’».

Terminamos con el propio testimonio de Ramón Cabrera Bernal, que dice en carta manuscrita fechada el 26 de agosto de 1936: «Muero como un héroe que por defender la patria es juzga­do por un tribunal incompetente pero ya valdrá la hora en que la justicia impere y si para mí no sale, ahí queda quien pueda gozar de la libertad».

Y como documento insólito, un recibo manuscrito, en el que se especifica que su padre ha pagado una indemnización por res­ponsabilidad civil: «HE RECIBIDO de D. Antonio Cabrera Mo­rales la cantidad de diez y nueve ptas. con sesenta cts. como in­demnización de la responsabilidad civil en el sumario instruido a su difunto hijo. Vallehermoso, 14 de enero de 1937. El Alférez (al parecer la firma corresponde a Manuel Mora (?)».

MANUEL QUINTANA FLORENTINOPasamos a Manuel Quintana Florentino: «Manuel Quintana, ¿para qué te hablo? Un chico de gente pobre del pueblo, buena persona, no porque lo hayan fusilado, socialista. Era campesino; trabajaba con un señor muy rico del pueblo, era como un encargado».

Dolores Quintana, nos habla así: «Mi hermano, ¡pobrecito!, por ser Presidente de la Federación Obrera que el no quería sino que lo eligieron por ser una buena persona. Manuel tra­bajaba desde pequeño con D. Domingo Palmero. La labor de él era encargado de los peones. Cuando pequeño entró con él a llevarle -D. Domingo montado en el caballo-el morral de la comida. Pero después ya fue creciendo, se fue haciendo un hombre; entonces ya D. Domingo le soltó las riendas. Cuando tenía que ir allá fuera a partir las cosechas, que entonces eran partidas de trigo, higos pasados, de queso…, pues se montaba en su caballo. Entonces tendría 18 años. Empezó a dormir en la casa; a mano derecha tenía una lonja con piso de cemento, y allí dormía. Si D. Domingo se marchaba para afuera, mi hermano se quedaba encargado de los hijos. Cuando ya se iba a casar, le dio la casa aquella del cuartel; si no lo hubieran fusilado ahí estuviera viviendo todavía. Cuando el juicio vino una amiga con mi hermana y mi cuñado -que eran novios esos tres vinieron de Las Palmas a Santa Cruz, a presenciar el juicio, estar allí. Cuando le salió la pena de muerte, la mujer fue unos días antes y le llevó la niña, pero entonces le aconse­jaron -dice ella-no sé quién de los militares, que era mejor que se viniera para la casa y trajera a la niña, para que no estuviera allí. Cuando mi hermana fue el último día a visitar­lo, ya estaba pelado -los pelaron —y entonces le dio el reloj de bolsillo en una fundita de cuero y una moneda de plata. El día que lo fusilaron mi hermana no pudo verlo, porque le dio como un mareo y la llevaron a casa de una amiga; mi cuñado si estuvo hasta el momento que lo llevaron a fusilar, que fue en el barranco del Hierro, en Santa Cruz».

FRANCISCO MAS GARCÍA

FRANCISCO MAS GARCÍA

Del Brigada, D. Francisco Mas García, tenemos varias car­tas, escritas días antes del fusilamiento y su Testamento; de éste último entresacamos: «En cuanto al Consejo de Guerra resaltar que al ser preguntado por el Fiscal el Alférez Jefe de Línea y el Teniente que mandaba la 1ª columna, el mismo ministerio fiscal les iba apuntando lo que tenían que decir, ocurriendo todo lo contra­rio cuando deponían los acusados y le fue llamada la atención a mi Capitán defensor Sr. Herrera, cuando al interrogar a los aludidos Alférez y Teniente trataba de esclarecer algunos puntos».

De la carta fechada el 22 de agosto: «Dentro de breves ho­ras, injustamente, traidoramente, seré ejecutado, seré fusilado. En esta vida terrenal, no hay nada justo. Todo es falsedad, egoísmo, maldad, pero eso sí, creo firmemente en la justicia de Dios. Muero con gran satisfacción, la del deber cumplido por una parte y por abrigar ciega fe y esperanza en el triunfo de la legalidad republica­na, ya que por ser de justicia encuentra el apoyo de los que sufren y el de Dios Nuestro Señor. Esta carta la guardaréis con reserva y no daréis publicidad hasta tanto no sea un hecho el triunfo del Gobierno».

De la carta de fecha 25 de agosto, la más dramática: «Espe­rando la hora trágica, el espectáculo horrible, la muerte. Estas ho­ras son verdaderos calvarios, verdaderos tormentos, inenarrables suplicios. Vuestra memoria me tritura el corazón, me lo despeda­za, me hace perder el sentido pequeñitos de mi vida, os quedáis sin padre, sin su calor, sin su protección, sin sus caricias. ¡Que será de vosotros! ¡Qué delito habéis cometido! Qué felicidad sen­tía cuando entre mis brazos os paseaba, cuando os abrazaba y apretujaba, cuando os besaba».

De su última carta, fechada a las 0’30 horas del 27-8-1936: «Por fin después de varios días de tormento llega la hora trágica de la muerte. Me encuentro en capilla, acompañado de mis com­pañeros de suerte Ramón Cabrera Bernal y Manuel Quintana Florentino. Los tres si Dios no lo remedia, seremos fusilados den­tro de dos o tres horas. Muero tranquilo y creyendo firmemente en la justicia de Dios».

Su hijo, Francisco Mas Visús, testimonia: «Enseguida nos obligaron a salir del Cuartel; nos fuimos a vivir a una casa, junto a la iglesia, propiedad de la familia Amaya. Ya estába­mos allí cuando llegó el 27 de agosto. No tuvimos prác­ticamente noticias del desarrollo del Consejo de Guerra. Na­die nos decía nada, quizás porque, naturalmente, toda mi fa­milia estaba preocupada por lo que podía pasar, y en esas cir­cunstancias era casi mejor no decir nada. No supimos nada de la ‘sentencia ‘y sí de su fusilamiento, al recibir, a mi nom­bre, un telegrama de su defensor comunicándomelo. La cul­pabilidad de la sentencia y de su cumplimiento creo que fue de muchos y de nadie. Quiero decir con ello que si bien todos los de ‘derechas’ deseaban el triunfo de los golpistas, no creo que nadie tuviera particular interés en que los condenaran a muer­te. Particularmente opino que el Jefe de Línea de la Guardia Civil de Hermigua, Sr. Soler jugó con dos barajas y fue, por ello, un tanto culpable de lo sucedido, pero no creo que lo hiciera con la intención de que fusilaran a nadie, sino para salvarse a si mismo. Yo creo que la sentencia de muerte estaba ya dada anticipadamente. En el caso que nos afecta y en todos los demás casos. Era una norma del Alto Mando de los sublevados cargarse a los que se opusieran a sus fines, inde­pendientemente de la colaboración que muchos les prestaron, ‘disfrutando’ quizás al hacerlo».

Ricardo García Luis y Juan Manuel Torres Vera. Vallehermoso. El Fogueo. Toma de conciencia popular, resistencia y represión (1930-1942). Tagoror Ediciones.