Las euforbias de canarias

El género Euphorbia es uno de los más ricos y variados del mundo vegetal. El botánico sueco Carlos Linneo se lo dedicó a Euforbio, un médico griego del siglo I a. c. que trabajó al servicio del rey Juba II de Mauritania. Según Plinio el Viejo, Euforbio estudió el látex de algunas euforbias cactoides del norte de África: Euphorbia resinifera, de las montañas del Anti-Atlas, y Euphorbia officinarum, que vive en la región costera desde Cabo Ghir, en Marruecos, hasta Cabo Blanco, en Mauritania. Por sus propiedades tóxicas lo recomendó para envenenar flechas aunque, curiosamente, también le atribuyó la virtud de contrarrestar el veneno de las serpientes.

Este género comprende unas 2.000 especies que se distribuyen por casi todas las regiones tropicales y subtropicales del globo. Presentan tamaños y formas muy diversas, desde pequeñas herbáceas anuales hasta arbustos leñosos que pueden superar los 10 metros de altura. En las regiones cálidas son frecuentes las euforbias suculentas de tallos y ramas carnosas, del tipo de las tabaibas. En África crecen también varias especies cuyo porte recuerda al de los cactus, algunas con formas semiesféricas y otras de aspecto candelabriforme, como los cardones. Las flores de las euforbias son muy curiosas y exclusivas de este género. Están reunidas en una especie de urna o copa llamada ciato (del latín cyathus=copa). El ciato consta de una sola flor femenina central con un ovario tricarpelar rodeado por varias flores masculinas reducidas a un solo estambre pedunculado. Este conjunto está envuelto por cinco brácteas entresoldadas que le dan ese aspecto de copa. El fruto es una tricoca, esto es, una cápsula que se abre en tres partes, en cada una de las cuales se encuentra una semilla.

Todas las especies poseen látex, un líquido blanco, espeso y pegajoso que circula a través de canales propios por toda la planta. Entre otras cosas, sirve para diferenciar las euforbias cactiformes de los auténticos cactus, ya que éstos no tienen látex. Su composición química varía entre las diferentes especies, siendo en la mayoría muy tóxico. Antiguamente se empleó en pequeñas cantidades como purgante, una práctica bastante peligrosa, hoy en desuso. En África se sigue utilizando exteriormente para calmar dolores, incluso los de muelas, ya que actúa como analgésico interrumpiendo la transmisión neuronal, aunque su eficacia es muy dudosa, sobre todo por sus propiedades corrosivas y cáusticas. El látex de muchas euforbias contiene una gran cantidad de terpenos, que son hidrocarburos de cadena larga susceptibles de ser transformados en petróleo. A mediados del siglo pasado, químicos franceses demostraron que con los 10.000 litros de látex que produce una hectárea de Euphorbia resinifera, se podían obtener hasta tres toneladas de combustible convencional. Como es lógico, ese estudio provocó reacciones de diferente índole. Algunos científicos se declararon fervientes partidarios de las llamadas “petroplantas”, una alternativa real a los combustibles fósiles que, antes o después, se agotarán. Otros, por el contrario, manifestaron claramente su oposición, argumentando que se destruirían grandes ecosistemas naturales a cambio de unos pocos miles de barriles de petróleo.

En medio de esta polémica, incluso hubo en Canarias algunas personas que propusieron explotar el látex de nuestras tabaibas y cardones, plantas que, en su opinión, no servían para nada y abundaban especialmente en las regiones áridas y despobladas, por aquel entonces, del sur de las Islas. Aunque se ha seguido investigando en el tema, parece que el coste de barril proporcionado por petroplantas cultivadas de este género, sobre todo Euphorbia tirucallis y Euphorbia lathyris, sigue siendo superior al del combustible fósil. En la actualidad, el mayor interés comercial lo tienen algunas euforbias como plantas ornamentales, tanto por su belleza como por su fácil cultivo. Entre las más conocidas se encuentran la flor de Pascua (Euphorbia pulcherrima), la corona de Cristo (Euphorbia splendens) o la euforbia cactus (Euphorbia candelabrum).

Cardones y tabaibas

En nuestras Islas crecen unas 40 especies silvestres del género Euphorbia, de las que una docena son arbustivas y el resto herbáceas. Entre estas últimas destacan las lechetreznas, con varias especies presentes en las Islas, la mayoría plantas ruderales introducidas con los cultivos ordinarios. Algunas son nativas, como la lechetrezna marina o lecheruela (Euphorbia paralias), una herbácea de tallos rojizos común en las playas y dunas de arenas blancas.

Las euforbias arbustivas se dividen en dos grupos atendiendo a su porte: los cardones y las tabaibas. Al primer grupo pertenecen dos especies de aspecto cactiforme, ambas endémicas del Archipiélago: el cardón canario (Euphorbia canariensis) y el cardón de Jandía (Euphorbia handiensis) .

El cardón canario es una planta robusta que puede superar los 4 m. de altura, con tallos erectos de 4, 5 ó 6 caras, provistos de espinas cortas (0,5 cm) situadas en doble fila a lo largo de las aristas. Crece en las zonas bajas de todas las Islas, por lo general formando con algunas especies de tabaiba un matorral conocido como “cardonal-tabaibal”.

Algunos ejemplares alcanzan dimensiones enormes, como el de Buenavista, en Tenerife, que cubría una superficie de unos 150 m2. Este cardón, desaparecido hace años, aún figura en el escudo heráldico de ese municipio. En 1991, el Parlamento Canario eligió al cardón como símbolo vegetal de Gran Canaria.

El cardón se ha utilizado tradicionalmente para “embarbascar”, una técnica que consiste en arrojar algunas ramas en los charcos costeros para que el látex atonte a los peces y así poder cogerlos fácilmente. También se emplea para tratar la tetera de las cabras, untando las ubres por la base con el látex. En medicina popular se ha recomendado para aliviar dolores de muelas y combatir enfermedades cutáneas, aunque estas prácticas son bastante peligrosas, como se indicó más arriba.

El cardón de Jandía es muy parecido a las euforbias cactoides norteafricanas. Los ejemplares adultos raramente superan un metro de altura, y presentan ramas con 8 a 14 caras, con las aristas erizadas de espinas más largas (2-3 cm) que las del cardón canario. Se trata de una especie seriamente amenazada de la que sólo existen algunas poblaciones en la península de Jandía, en Fuerteventura.

El segundo grupo de euforbias arbustivas está constituido por 10 especies de tabaiba, de las que 8 son endémicas de Canarias. Las dos restantes, la tabaiba dulce (Euphorbia balsamifera) y la tabaiba morisca (Euphorbia regis-jubae) , también se distribuyen por África del norte.

En el continente africano, la tabaiba dulce se extiende por el este, desde Marruecos hasta Arabia y por el sur hasta Nigeria. En Canarias crece en todas las Islas, a veces formando densos matorrales monoespecíficos. Es una planta adaptada a soportar largos periodos de sequía durante los cuales pierde las hojas. Presenta flores solitarias, situadas en el ápice de las ramas. Su látex, la “leche de tabaiba”, no es corrosivo como el del resto de las tabaibas, de ahí el epíteto dulce . Antiguamente se empleó, hervido o crudo, como goma de mascar y para destetar a los baifos. También se usó para calmar catarros, disolviéndola en aceite y aplicándola en forma de cataplasma sobre el pecho. Tanta importancia tuvo antaño que, en el Sur de Tenerife, llegó a venderse cuajada en forma de quesitos. Los ejemplares viejos suelen presentar numerosas cicatrices en el tallo y las ramas, recuerdo de las incisiones practicadas para extraer la leche.

La tabaiba morisca tiene una distribución más restringida en África, desde el Alto Atlas hasta Cabo Bojador. En el Archipiélago vive en Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote. Hasta hace poco se consideraba una subespecie de Euphorbia obtusifolia, una especie problemática que ya no tiene validez desde el punto de vista taxonómico. En las Islas orientales se distribuye puntualmente por toda la geografía insular, incluso en el jable; en Gran Canaria es muy abundante en el piso basal, pero también se desarrolla en zonas más altas, llegando hasta el pinar.

La tabaiba amarga (Euphorbia broussonetii) es endémica de las Islas occidentales. Es muy frecuente en el piso basal y sube por el Sur hasta los 1.500 metros de altitud en Tenerife y La Palma. Está estrechamente emparentada con la tabaiba morisca, de la que se distingue, entre otras características, por presentar las inflorescencias en umbelas compuestas –simples en la tabaiba morisca- y por tener las brácteas florales pequeñas, de color verdoso, que se caen bastante antes de que maduren los frutos, mientras que en la tabaiba morisca las brácteas florales son más grandes, de color amarillento, y persisten después de madurar el fruto. Las hojas de estas tabaibas constituyen uno de los alimentos preferidos de las llamativas orugas de la esfinge de la tabaiba (Hyles tithymali) , un lepidóptero nocturno de gran tamaño.

La tolda (Euphorbia aphylla) es un arbusto bajo, compacto, de tallos cilíndricos, delgados y sin hojas. Las flores son de color verde-amarillento, agrupadas en pequeños racimos en el ápice de los tallos. Es endémica de Gran Canaria, Tenerife y La Gomera. En Gran Canaria es bastante común en la costa norte, desde La Isleta hasta la Aldea de San Nicolás. En Tenerife sólo es abundante en la región de Teno, y más escasa en algunas localidades del sur de la Isla. En La Gomera se encuentra por el norte en la costa de Vallehermoso y Alojera, y por el sur, en Santiago y Alajeró.

En La Gomera crecen tres especies exclusivas de la Isla: Euphorbia berthelotii, Euphorbia lambi y Euphorbia bravoana. La primera es muy común en las zonas bajas y medias de la Isla. Se distingue fácilmente por sus tallos rojizos y sus hojas de color verde-glauco. Las otras dos tabaibas gomeras son bastante raras y están protegidas por ley. Euphorbia lambi es un arbusto grande, muy ramificado, con hojas largas y brácteas florales de color verde-amarillo. Crece en los márgenes del monteverde, entre 600 y 800 metros de altitud, encontrándose muchas veces en riscos inaccesibles. Euphorbia bravoana es más pequeña y menos ramificada que la anterior. Sus tallos son de color marrón oscuro y las hojas lineares, grisáceas. Las situadas por debajo de las inflorescencias destacan por su color rojo-púrpura oscuro. Vive en riscos y barrancos profundos del nordeste de la Isla, hasta los 800 metros de altitud, Hermigua, Agulo, Majona, etc.

En Tenerife también viven dos especies endémicas de la isla: Euphorbia atropurpurea y Euphorbia bourgeauana. La tabaiba majorera o tabaiba roja (Euphorbia atropurpurea) es un arbusto de ramas suculentas, marrones, y hojas grandes, glaucas. Las inflorescencias son muy vistosas, de color rojo-púrpura (amarillas en la forma lutea, exclusiva de Teno) . Es relativamente común en las zonas bajas y medias del oeste de la Isla, entre los 300 y 1.200 metros de altitud, Teno, Masca, Santiago del Teide, Guía, Adeje. Por el sur también se encuentra en la Ladera de Güimar y en los barrancos de Fasnia. Euphorbia bourgeauana es una especie muy rara, con inflorescencias de color amarillo-verdoso, que sólo se conoce de la Ladera de Güimar.

La tabaiba de monte, adelfa o filga (Euphorbia longifolia) es un arbolillo que llega a superar los 10 metros de altura, con la corteza grisácea, lisa y muy fina. Las hojas son largas, lanceoladas, de color verde oscuro y agrupadas en el ápice de las ramas. Es una planta muy escasa, endémica de Madeira, Tenerife, La Palma y La Gomera, donde crece en lugares húmedos del monteverde. En Tenerife se encuentra en los montes de Anaga (El Pijaral, Chinamada, etc.); en La Palma sólo se conocen unos pocos ejemplares que crecen en la cumbre de Las Breñas, mientras que en La Gomera se localiza en algunos puntos del Parque Nacional de Garajonay.

Lázaro Sánchez Pinto
Conservador de Botánica del Museo de la Naturaleza y el Hombre

http://www.rinconesdelatlantico.com

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