Los pescantes de Hermigua (La Gomera) y el orgullo de un cacique (1907)

Un cacique que en el siglo XX pretende que los habitantes de Hermigua estén bajo su dominio despótico.

¡Pobre villa de Hermigua! ¡Pobres de sus hijos! Que en pleno siglo XX están peor que los habitantes indios de Méjico en el siglo XVII pues que allí existía un cacique que hacía justicia a aquellos pobres indios, pero en este desgraciado pueblo, por desgracia, tendremos que rebajarnos a otros siglos anteriores; al siglo 0.

Pobres si, puesto que aun impera el dominio de un Cacique, dominio, que los habitantes de Hermigua no deben de subir por ningún coro; puesto que, si bien aquí no nos fijamos o no podemos hacer nada, porque, o bien nos pondrían alguna multa o mandarían por la pareja de la guardia civil para que, por sus mandatos nos dieran un componte, en las demás islas estarán diciendo: ¿Es posible que la mayoría de los habitantes de Hermigua, dado el incremento que ha tomado hace pocos años con su importante exportación de frutos, se dejen dominar por la voluntad de un solo hombre? ¿Y no nos dará algo de vergüenza? ¿Qué nos importa a nosotros que tenga un poder, por medio del cual, nos pueda causar todos los daños que a bien tuviera? Nada. ¡No hay habitantes suficientes para levantar una protesta contra sus superiores?.

Creo que sí. Habitantes de Hermigua, ha llegado el día de que no nos dejemos dominar en la forma que hasta hoy; tenemos un derecho; defender nuestros intereses y al mismo tiempo gritar, al par que yo, ¡abajo el caciquismo en Hermigua!. Si esto gritamos, obtendremos al menos, otra opinión de la que, por desgracia, hasta hoy tenemos.

Y para que no crean que lo antes dicho lo es sin fundamento alguno, voy a referir el motivo que tengo para ello.

Cómo sabéis muy bien (me refiero a los habitantes de Hermigua y al público en general) en el mes de Agosto — de este año — se constituyeron en este loca! los abogados D. Emilio Calzadilla y D. José María Fragoso, con el objeto de convocar a todo el pueblo para tratar de hacer una obra en el desembarcadero que de antiguo tenemos en Hermigua, es decir, la construcción de un muelle-pescante; después de habernos reunido, sabéis también, que quedó acordado el hacerlo por mediación de lo que nosotros pudiésemos reunir, y sin intervenir en nada la detestable política  que impera hoy entre nosotros; y digo detestable porque son tantos los absurdos que están cometiendo todos los días, que me veo en el caso de comunicarlos por mediación de un periódico.

Queda constituida la sociedad del muelle pescante y se nombra provisionalmente, como directores a D. Elíseo Plasencia (digno empleado de la casa frutera en este local de los Sres. Eider & Fifies Ltd.) y D. Fernando Brito Mesa, y como Secretario, a D. Vicente Bencomo Padilla Como quiera que estos señores no podían continuar desempeñando estos cargos provisionales, hubo de señalarse para el día 20 de Agosto pasado, una convocatoria por medio de edicto, en el sitio público que se acostumbra en estas localidades para celebrar junta general de accionistas y constituir en debida forma el consejo de la sociedad. Pero, en vista de que el Sr. D. Ciro Fragoso (cacique) no contaba con el número de votos que él deseaba para que fuera nombrado Presidente y sus criados vices, sec retarios y vocales para el manejo del capital que podía costar la obra (que, según opinión del oficial de Artillería Sr. Maldonado, llegaría a 60.000 pesetas) determina escribir a su hijo D. José, para que mandase a suspender, para otro día, la junta que había de celebrarse el día 20.

El D. José le contesta en carta por el vapor Taoro. que siempre que, en la junta que había de celebrarse después de la señalada, no fuese nombrado Presidente y tres de sus criados miembros del consejo, si no tenía seguridad de conseguirlo, que por ningún caso tomase intervención en la Junta que iba a tener efecto.

Así sucedió. No comparecen al acto; (por que ya sabían qué no había manejo) pero los que concurrimos al acto quedamos bajo palabra de honor, de hacer un esfuerzo para que, sin intervención de ningún partidario de D. Ciro, se llevara a efecto la construcción del muelle pescante; dispensándoles al mismo tiempo el compromiso que cada uno había contraído al firmar el boletín con las cantidades que cada uno podía poner y uno de estos, que conoce la Ley, es el abogado D. José María Fragoso.

D. Ciro no ceja, y dice: Hagamos nosotros uno independiente; y, en efecto, dan principio al trabajo, después de haber escrito D. José M\ para que, por ningún caso, impidieran los trabajos que nosotros estábamos haciendo. Se dio principio a las obras sin haber ninguna alteración en los dos bandos?.

Pero como Don Ciro no es capaz de estar tranquilo en ningún sitio que se halle ni dejar de estar buscando los medios de hacer daño al desgraciado que no quiere ser su criado, se nos presenta el día 2 de este mes de Octubre en una de las obras, (la suya). Al pronto nos figuramos que era una fiera, pues tal cólera denotaba, que parecía en ese instante un toro que está deseando linchar a su matador.

Al tomar posesión de su pescante, dio las órdenes oportunas al Alcalde D. Domingo Bencomo y al Juez de bienios anteriores, Excmo. Sr. D. Federico Mendoza y Trujillo, para que, inmediatamente mandaran a suspender los trabajos que nosotros hacíamos. ¿Y sabéis porqué? Por que el mar no le y porque a esta señora le ocurrió un día ponerse enferma, y arrastrar en son de purga, por unos materiales que habían labrado unos maestros que tuvieron que pedirle prestados a D. Domingo García, de Vallehermoso.

Llegó el Sr. Alcalde y el Juez al sitio de la obra, y en nombre de la Ley, manda a suspender los trabajos, D. Vicente Bencomo Padilla que se hallaba al frente de estos, hizo presente al Sr. Alcalde que no había derecho alguno para aquella suspensión, máxime cuando ellos no habían suspendido, pero ni por éstas, eran mandatos de su señor, y había que obedecerle en el acto.

Los pobres trabajadores, por temor a que si no obedecían, podían formarle causa y podían hasta mandar los a un presidio, cada uno recoge lo suyo y se despiden hasta el día siguiente.

Amaneció el día 3 y al ver que ya se hallaban trabajando muchísimos más en nuestra obra, le dan aviso a D. Ciro del desacato cometido a su autoridad.

Don Ciro grita ¡que me llamen a Domingo! ¡que me llamen a Domingo!. Se presento y le dijo: ¡A las órdenes!. Haz una lista de los peones que trabajan allá… y que vayan a trabajar en el camino público. Ya habéis visto como no fue para la limpieza pública, sino, sí hacer un ensanche en la propiedad de D. Fernando Brito. ¡Estaba en tan mal estado aquel trozo de camino!

Para terminar os diré como el día 18 se me presentó un agente público, a notificarme de orden de D. Ciro, como me hallaba multado con 5 pesetas por no haber ido a trabajar en el ensanche que se hallaba haciendo el Sr. Brito.

No fui yo solo el multado: Recuerdo perfectamente a mis compañeros de infortunio D. Cesáreo Santos Trujillo, D. Jo sé Quintero, D. José Melián Darías, Don Aurelio Béthencourt, D. José Izquierdo, D. José Hernández, D. Feliciano Nieves, D. Miguel Fernández Casanova, D. Antonio Brito, D. José Rodríguez Cruz, D. Juan Brito, D. Cesáreo Almenara, D. José Armas, D. José. Pérez Ayala, D. Joaquín Ayala Ascanio, don Eugenio Ascanio y Ascanio, D. Francisco Trujillo Grazzo (presidente de la sociedad «La Unión») y D. Antonio Herrera (a) Mercedes.

¿Qué os parece la justicia que se administra en Hermigua.

E.A

Publicado en el diario La Opinion el lunes 28 de Octubre de 1907

prensa_0375

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *