El 24 de junio de 1916 el diario El Progreso, publico un artículo en el que era noticia la llegada de un inspector del Ministerio de Fomento y que supuestamente venía a revisar la ejecución de las obras del puerto de San Sebastián de La Gomera, donde este diario mantenía que los fondos se estaban empleado en la construcción de un edificio.
¿A qué viene la inspección?
Parece que el ministro de Fomento, atendiendo a excitaciones que desde sitios muy distintos se le «han hecho se ha decidido a nombrar un inspector especial, para que investigue lo que haya de cierto en graves rumores que circulan con respecto a determinadas obras públicas de estas islas.
Sobre el viaje del inspector nombrado se han dicho muchas cosas, unos afirman que viene exclusivamente a examinar la marcha de ‘los asuntos en las ‘oficinas de esta jefatura, otros dan como seguro que el inspector trae órdenes concretas para -inquirir la inversión de unas cantidades en la construcción, cuidado y reparación de determinada carretera, y no falta quien diga que el inspector se limitará a hacer un viaje a la vecina isla de La Gomera, donde se cree que se han producido tales hechos en las obras del puerto, que no será extraño salga a la superficie algo que hasta ahora se ha tenido muy oculto.
Nosotros, claro es, no tenemos datos muy terminantes con respecto a las obras del puerto de San Sebastián de La Gomera. Pero tales cosas nos han dicho y tal es la calidad de las personas que nos han suministrado varios informes, que no dudamos en darles crédito, si bien siempre quedamos dispuestos a rectificar si se nos prueba en documentos, no con documentos amañados, sino con documentos irrefutables, que hemos sido víctimas de un engaño.
A nosotros nos aseguran que lo que se debió invertir en las obras del puerto de San Sebastián se ha gastado en la construcción de una casa que nada tiene que ver con los servicios marineros.
Efectivamente, en San Sebastián de La Gomera no hay puerto y en cambio existe el edificio en cuestión. Si este se ha fabricado con el dinero que los contratistas percibieron para el muelle o con recursos muy distintos, es cosa que sabrá la jefatura de obras públicas.
Si el puerto existe, si las obras del puerto son palpables, si lo ya hecho corresponde a las cantidades libradas o, a lo menos, se aproxima, entonces no puede dudarse de los contratistas ni de los diversos funcionarios del Estado que han intervenido en el asunto, pero si las obras ejecutadas no concuerdan con las cantidades libradas y en cambio se ve el edificio propiedad de los contratistas, no habrá más remedio que entrar en el camino de las más gravísimas sospechas y exigir responsabilidades no sólo a los funcionarios que no advirtieron a tiempo el fraude, sino a los jefes que lo consintieron, más claro, al señor Suárez Galván que ha estado varias veces en San Sebastián de La Gomera y ha podido ver con sus propios ojos lo que allí ocurría, qué trabajos se realizaban y qué extralimitaciones del deber podían cometerse.
Porque si el señor Suárez Galván fuese lego en la materia, tendría disculpa cualquier falsa situación en que pudiera encontrarse. Pero su título de ingeniero le invalida para escudarse en el desconocimiento de la cuestión.
¿Viene a poner en, claro todas esas cosas el inspector nombrado por el ministerio de Fomento? Suponemos que sí.
Pero si la política menuda interviene para echar un velo sobre cuestiones de tanta importancia, no le extrañes nadie que nosotros intentemos descorrerlo. Y si en la lucha se rompe, que se rompa.
El Progreso, diario republicano, Año XI, Número 3297 – 24 de junio 1916
