Muchos son los factores que han intervenido en la particular tipología de vivienda tradicional popular del centro y sur de la isla de La Gomera. Con esta breve introducción a su estudio tipológico pretendemos dar luz a un aspecto de nuestra arquitectura poco estudiado y que poco a poco vemos desaparecer de nuestros campos y pueblos. En próximos números intentaremos ampliar este estudio para colaborar con la difusión de estas tipologías y favorecer la aplicación de criterios respetuosos tanto en la rehabilitación de esta arquitectura como en las obras de nueva construcción.
La situación socioeconómica, junto con los factores geográficos y los climatológicos, es la que ha determinado las características formales de esta arquitectura.
Las condiciones climatológicas son uno de los aspectos más determinantes a la hora de evaluar las construcciones a estudiar. El clima seco y ventoso que reina en esta zona de la isla hace que dichas viviendas se diferencien en gran medida de las construcciones norteñas, tanto en las tipologías de tejado como los tipos de recubrimiento de muros.
Otro factor vital en dicho estudio es el geográfico. Los primeros núcleos poblacionales tras la conquista se hicieron sobre asentamientos aborígenes, ya que reunían las condiciones idóneas para el aprovechamiento de los recursos existentes. La orografía y la orientación son dos aspectos que influyen en la construcción de viviendas de la zona, ya que determina en primer termino la adecuación de la construcción al terreno sobre el que se construye, y en segundo lugar, el aprovechamiento de recursos tales como el sol y la protección contra el viento. En esta misma línea, cabe reseñar la importancia de los materiales de construcción existentes en el lugar, los cuales son particulares de la zona, y caracterizarán su arquitectura.
Por último, y como uno de los aspectos más importantes de los que caracterizan a la arquitectura popular del sur de la Gomera, debemos tratar la situación socioeconómica. En este caso, el aislamiento insular, la estructura y entorno social y la actividad económica de los ejecutores de estas obras. Se trataba, en su mayoría, de gente muy humilde, pequeños agricultores y medianeros. La familia numerosa y las labores del campo, aparte de la miseria en la que subsistían, son elementos en los que se sustenta la tipología de la arquitectura popular tradicional del sur y centro de La Gomera que a continuación describimos.
Las viviendas de esta zona se encuentran dispersas o en pequeños caseríos unidos por una vasta red de caminos. No podemos hablar de una tipología clara que caracterice al conjunto de estas viviendas, ya que cada casa tenia sus necesidades y estaba determinada por la adaptación a todos esos aspectos que hemos descrito, sin embargo, podemos hablar de ciertos elementos que se repiten aunque sea de diferente forma.
La edificación más repetida describe una nave de planta rectangular cuyo interior es de espacio único. El suelo es de tierra batida apisonada o de barro compactado. Los muros son de piedra vista de tipo basáltico, casi sin labrar y sin aglutinante que cemente la pared. Suelen alcanzar los 70 cm de grosor. En algunos casos encontramos piedras más o menos talladas y de mayor tamaño en las esquinas de los muros y en los vanos de puertas y ventanas. Hemos observado muchos casos en los que esta piedra es tosca roja, muy común en la Gomera, en lugar de la piedra basáltica.
La cubierta más común es la de dos aguas aunque también se usa la de una y cuatro aguas. Las vigas de madera se apoyan directamente sobre el muro a modo de pares que soportan la cubierta. La madera utilizada, dado que la aparición de pino en la isla es relativamente reciente, suele ser de acebiño o viñátigo.
Sobre estas vigas se ejecutaba un tejido de caña o, como en algún caso observado en Igualero, de paja. La techumbre se termina con una cubierta de teja árabe, cocida en los hornos de la zona, tanto suelta como tomada con barro. También nos encontramos con teja plana, que se importaba ya desde finales del s.XIX. Esta tiene un tipo de ensamblado ideal para los vientos de la zona, ya que la teja árabe se mueve con facilidad, lo cual demuestra las piedras que han colocado sobre ellas para sujetarlas.
La teja árabe es en ocasiones reciclada y reutilizada para acuñar juntas y tapar pequeños orificios en los muros.
En un primer momento la totalidad de los vanos de la vivienda se reducen a la puerta, insertada en uno de los lados mayores, y unas pequeñas aberturas a modo de ventanucos. Más tarde, las puertas y ventanas se realizan con un entablonado liso de una sola hoja abatible de gozne y quicialera. El barbuzano es la madera que se solía usar para los marcos de estas puertas y ventanas. Hay que destacar un caso observado en el que la puerta de la vivienda estaba elaborada con maderas provenientes de las cajas de empaquetados de fruta, muy probablemente de la primera mitad del siglo XX.
A este habitáculo básico originario se le van añadiendo anexos en virtud de las necesidades y las posibilidades de los habitantes de la casa. Estos anexos son muy variados y se van agregando por los lados menores, sobre todo haciendo que la planta quede en forma de “L” y “C”. Estos nuevos habitáculos solían ser el horno, la cocina, la letrina o excusado y, raramente, nuevas habitaciones dormitorio. Raramente también encontramos casas de dos plantas pertenecientes a las familias más acomodadas.
La cocina presenta en su interior simplemente un poyo de mampuesto y, en su caso, un horno, ya que este último también puede estar exento. Los hornos domésticos tienen una planta circular rematada con media esfera. Constan de una cámara con un interior de tosca roja y el exterior de mampuesto de piedra basáltica. La boca de dicha cámara, en el caso de que esté inserta en la cocina, aparece a la altura del poyo y es de tosca roja, mientras que la fábrica sobresale al exterior.
Estas construcciones anexas se completan con otras estructuras que dependen directamente de la actividad a la que se dedicara la familia. En este caso, la mayoría de habitantes de la zona se dedicaba al cultivo de cereales y almendras y a la recolección de higos de leche e higos chumbos que luego vendían en el norte de la isla. Podemos así observar eras, terrazas, secaderos de higos y otros productos, hornos y lavaderos comunitarios, molinos, y sobretodo habitáculos para los animales y para guardar el grano tras la trilla.
Lo más destacado en este tipo de arquitectura es la extrema sencillez de su aspecto y de su ejecución. Los constructores de dichas obras fueron los propios agricultores que aprendieron algunas técnicas de albañiles y alarifes que vinieron con los conquistadores y que luego aplicaron a los materiales existentes. Se caracterizan por ser construcciones artesanales, autoconstruidas con ayuda de la colectividad y plenamente populares. Podemos distinguir una gran simplicidad y unas soluciones impuestas por la adaptación al medio y a las circunstancias socioeconómicas. Todo ello ha llevado a una integración de estas edificaciones no sólo con la propia idiosincrasia del pueblo que las ha levantado, al cual identifican, sino con el entorno en el que se encuentran, fundiéndose en el paisaje hasta el total asombro del observador.
Ruth Acosta Trujillo
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