Ascendencias gomera y lusitana en el norte de Gran Canaria

El apellido del personaje que se sitúa en el quinto peldaño del cuadro que hoy les mostramos no deja ningún lugar a dudas acerca de su procedencia.
Mulagua es uno de los cuatro cantones en que estaba dividida la isla de La Gomera antes del siglo XVI y que se corresponde aproximadamente con el actual municipio de Hermigua. La organización cantonal del territorio (Mulagua Agana, Ipalán, Orone) coexistió con el señorío castellano de la isla gracias, dicen los expertos, a un pacto de colactación por el cual el Señor feudal se hermana con la realeza indígena pasando a formar parte de la misma. Esos pactos, firmados por Hernán Peraza el Viejo en los años 30 del siglo, fueron suscritos por su nieto homónimo cuando su padre el intitulado rey de las islas don Diego de Herrera le concede el señorío territorial de La Gomera y El Hierro.
La presencia a principios del siglo XVI de los Mulagua en Agaete, lugar en el que vive el matrimonio formado por Diego Pérez de Mulagua y su esposa Catalina de Ojeda, tal y como se refleja en la partida de velación del matrimonio de su hijo Andrés que a continuación trascribimos, puede tener una sugerente explicación en la que nos vamos a detener.
Iglesia de Nuestra Señora de Guía – Libro 1 – Folio 213 – Año 1585. «En veynte dias del mes de Febrero deste presente año de mil y quinientos y ochenta y sinco yo Hernando Alonso de Riberol benefisiado de la yglesia de nuestra Señora de la villa de Guia case y bele a Andres Peres Mulagua hijo de Diego Peres Mulagua y de Cathalina de Ogeda vesinos de Lagaete y Maria de Bolaños hija de Juan Gonsales herrero y de (..roto..) de Bolaños vesinos desta billa de Guia en ocho oras del dia poco mas o menos fueron testigos Marcos de la Peña y Cathalina de Flores en presensia de Damasio, Andres Barreto, Gil Piñero y Bernardo de Riberol y (…roto..) otros muchos testigos y confesaron y comulgaron dias antes como lo manda el Santo Consilio y en fe de lo qual firme de mi nombre».
Isla de la Gomera
Un siglo antes de dicho evento matrimonial, a finales de 1481, desembarca en la costa norte de la isla de La Gomera el capitán Juan Rejón a quien los reyes de Castilla le han dado la encomienda de la conquista de La Palma. Algunos historiadores dicen que esa escala fue accidental al resultar desviada su flotilla por una tormenta; otros señalan que fue una escala preconcebida como un arreglo de cuentas con Hernán Peraza por la falta de asistencia de los Señores de las Islas en la toma de la isla de Canaria, empresa en la que Juan Rejón había tenido un rotundo fracaso.
Por orden de Peraza, los gomeros salen al paso del capitán Rejón y en el enfrentamiento, al negarse aquel a ser apresado, le dan muerte, en presencia de su esposa e hijos. Hernán Peraza temeroso de las consecuencias del hecho se presenta en cuanto puede en la Corte castellana para defender su inocencia. La reina Isabel, después de escucharlo, le perdona la vida pero lo sanciona por partida doble. Por un lado le impone la pena de casarse con Beatriz de Bobadilla, su camarera real, alejando con ello de la Corte hasta los remotos parajes insulares de La Gomera a la amante de su esposo, el rey Fernando. La ceremonia fue oficiada sin dilación, a principios de 1481, en el Alcázar de Madrid donde residían en aquel momento los reyes, fortaleza y palacio en la que curiosamente el padre de la novia ejercía de alcaide.
La reina le impone, por otra parte, la obligación ineludible de incorporarse con una compañía de gomeros del bando de Mulagua, los supuestos causantes de la muerte de Juan Rejón, a la conquista de Gran Canaria, a donde el desolado señor de la Gomera y El Hierro iba a llegar a finales del invierno arropado, además de por sus soldados gomeros, por una cuadrilla de soldados majoreros que su padre le envía para su protección.
El motivo de la asignación de Peraza a la guarnición del alejado fuerte de Agaete se desvela en el siguiente texto de la Matritense. Pedro de Vera trata de evitar su encuentro con el cuñado del fallecido Juan Rejón que es el mismísimo Alférez Mayor de la Conquista, Alonso Jáimez de Sotomayor:
“De la cual respuesta fue muy agradecido el Pedro de Vera y escribió a Hernán Peraza loando la respuesta de Fr Alonso Jáimez y que le tenía en mucho miramiento y le encargó que allí acompañase a su alcaide Alonso Fernández de Lugo y que juntos hiciesen sus entradas en los canarios como de nobles se esperaba, y así lo hicieron, salteándolos sobre Guayedra y Artenara haciendo presa en ellos y en sus ganados y mantenimientos con 140 hombres que tenían”.
La torre había sido erigida, en agosto-septiembre de 1481, por orden directa de Pedro de Vera y Miguel de Mujica, reconstruyendo una edificación anterior relacionada con un asentamiento mallorquín. Abreu Galindo describe de este modo las circunstancias de su construcción, necesitados como estaban los mandos de la conquista de abrir un nuevo frente a las operaciones de guerra:
“Principalmente hacia Gáldar, Moya y Tirajana tenían los canarios muy fortificados los pasos de manera que mucho trabajo y riesgo se podía pasar hacia aquellas partes. Lo que considerando Pedro de Vera…determinó ir a la otra banda de la isla… Y tomando de la gente que tenía en el Real la que le pareció se embarcó en dos navíos y fue al Agaete, y tomado tierra desembarcó a la gente. Y considerando el sitio ser bueno y aconodado de agua y ganado y abundoso en higuerales determinó hacer allí un atorre y casa fuerte de piedra y barro y tapias donde se podía defender bien en cualquier ocasión y dar sus asaltos por aquella parte. Y estuvo alló dos meses haciendo entradas y mucho daño en los naturales de aquella banda. Y acabada la torre volvió al real con los navíos dejando por alcaide y guarda de la torre a Alonso Fernández de Lugo…”
Los gomeros que van a formar parte de aquella mesnada eran en su mayor parte guerreros del bando de Mulagua, llevados hasta allí en represalia por las continuas revueltas de los lugareños. La isla de La Gomera, como ya hemos dicho, estaba dividida en cuatro cantones, de los cuales, los que quedan al sur, Orone e Ipalán, eran bandos de paces sometidos al poder feudal castellano, pero en el norte, en los cantones de Mulagua y Agana, persistían los núcleos de resistencia y por ello eran objeto de frecuentes razias esclavistas.
Marín de Cubas en su obra magna destaca el papel jugado por el destacamento gomero de este modo:
“Se corría la tierra por todas partes y entre los gomeros fueron muy señalados en fuerza y valor algunos veinte que tuvieron luchas y desafíos celebres con los canarios”.
Describe, sin embargo, a continuación una de esas acciones de guerra que contradicen lo anterior:
“Saliendo ciertos castellanos y gomeros de la torre de Agaete a traer ganado o cautivos, cogiendo la playa de la mar, vieron salir de una cueva dos mujeres huyendo por sobre unos riscos, la una era madre, algo anciana, y la otra, su hija, muy hermosa, de mucho cabello y rubio con unos faldellines de pieles y lo demás desnudo como en todas se veía. Estas, viendo llegar a querer subir el risco tras ellas, arrojaron tantas piedras que mataron a un soldado e hirieron a muchos a la subida del risco de Tirma. Mas viendo la resistencia, dos castellanos subieron rodeando otro camino por unos andenes bien peligrosos y pudiendo la más anciana huir y escaparse volvió sobre la moza que se ponía en defensa y pareciéndole imposible escapar de cautiverio le desenvolvió el cabello largo a la moza y dándose dos vueltas al brazo derecho con él, se arrojó del risco abajo trayéndosela consigo; se hicieron pedazos y hoy llaman el Salto de las Mujeres”.
Otra “célebre” incursión de gomeros, majoreros y castellanos, la que se realiza, como recoge la Matritense, sobre el poblado de Guayedra, condujo con toda probabilidad en los primeros meses de 1482, a la captura de Abenchara, la Reina o Guayarmina de Canaria, la esposa de Tenesor Semidán que, muy malherida, será trasladada hasta la casa fuerte de Agaete. Los nativos de la isla en su afán por recuperar a su Señora sitiarán la fortaleza y prenderán fuego a las tapias pero no podrán impedir a pesar de sus esfuerzos el embarque de la reina después de una nueva y dolorosa derrota.
Como prueba de lo descrito, remitimos a la respuesta que da, años más tarde, en el juicio de residencia de Fernández de Lugo, un soldado de la guarnición de Agaete apellidado Amarillo a la siguiente pregunta:
“¿Sabe si en la dicha conquista además de los dichos trabajos y hambres y heridas que padeció y que le mataron muchos parientes y criados y amigos y que pasó muchas afrentas peligrosas y le pusieron fuego a la torre de la dicha fortaleza y por que no se la quemasen la desamparó y salió a pelear al campo donde venció a los enemigos?”
A la pregunta, el soldado Diego Amarillo responde que sí a todo precisando que fue testigo directo de los hechos porque estuvo en la Torre de Agaete desde que se hizo y que allí fue herido de piedras como todos los que allí estuvieron.
La captura y embarque de la reina de Canaria iba a tener inmediatas consecuencias sobre el devenir de la guerra. Tenesor Semidán, que había sido nombrado recientemente guadarteme regente de toda la isla, pierde su legitimidad al desaparecer su esposa, sustento legal de su poder, y no tiene más remedio, para mantener su estatus, que acudir a la vía diplomática cuando ya se ha iniciado una guerra civil entre los guayres que componen el Sábor por las divergencias (Tagorestes versus Tasarte) en el nombramiento de nuevos regentes. Entrando en contacto con los castellanos de la torre a través del espía Juan Mayor, Tenesor negocia su entrega a cambio de recuperar a su esposa y de mantener sus privilegios y los de toda la nobleza insular agrupada en torno a la familia Semidán.
Así, en la primavera de 1482, tres cuadrillas de soldados que partieron de noche desde el fuerte de Agaete cercan al amanecer una cueva, próxima a Gáldar, donde les espera el guadarteme con cuatro de sus guayres fieles y otros miembros de la familia real hasta un número aproximado de 20 personas. Como premio a dicha captación diplomática (Joaquín blanco dixit), Hernán Peraza va ser autorizado meses más tarde a regresar a su feudo y a reunirse allí con su esposa, doña Beatriz de Bobadilla. Las instrucciones reales son terminantes: Peraza puede volver por los méritos militares y diplomáticos que han concluido con la entrega del Guadarteme, pero tiene que dejar atrás a los soldados gomeros de la guarnición que habrán de permanecer en Agaete, a las órdenes de Alonso Fernández de Lugo, hasta el fin del conflicto.
Concluimos pues, después de esta larga contextualización que debe mucho a un artículo de Celso Martín de Guzmán publicado en A.E.A. (Las fuentes etnohistóricas y su relación con el entorno arqueológico del valle de Guayedra y Torre de Agaete) que los gomeros del bando de Mulagua al mando del infame Hernán Peraza, formando parte de la guarnición de Agaete, participaron activamente en diversas acciones militares y diplomáticas, algunas nada gloriosas, que fueron determinantes en la conquista de Gran Canaria. Uno de aquellos soldados, que más tarde pudo también tomar parte en las conquistas de La Palma y Tenerife, debió ser el padre o el abuelo de Diego Pérez Mulagua, el padre de Andrés, cuya sangre indígena gomera corre por las venas de buena parte de los habitantes de Gran Canaria a través de los apellidos Pérez, Bolaños, Felipe y muchos otros. Como curiosidad reseñamos aquí, porque puede venir al caso, que un indígena llamado Diego Pérez forma parte, según Viana, de la compañía canaria de Maninidra que conquista Tenerife.
B. VECINOS LUSITANOS DE GUÍA EN EL SIGLO XVI

Volviendo a la partida con la que comenzamos este artículo hay que señalar que en realidad es la de velación pues el matrimonio propiamente dicho (la toma de manos) tuvo lugar en la misma iglesia de Sta. Mª de Guía cinco meses antes, el 9 de octubre de 1584. Los padrinos que se citan son los mismos en ambos documentos: Marcos de la Peña y María o Catalina de Flores; los testigos de ambos actos son sin embargo diferentes. En la toma de manos ejercen como testigos Juan Bautista Soberanis, Juan Vargas y el sacristán Bernardo de Riverol, estando por tanto representadas en dicha ceremonia las fuerzas vivas castellanas y genovesas de la villa de Guía. En el segundo acto, la misa de velación, los esposos son acompañados por Dámaso Andrés Barreto y Gil Piñero, además del sacristán. No es necesario remarcar la resonancia lusitana de los nombres y apellidos de las personas citadas, tanto de los padrinos como de los testigos.

 

En el archivo diocesano, en la carpeta resumen denominada Índice de Protocolos y dentro de ella en Noticias e Índices de Testamentos, aparece una valiosa reseña que nos amplía la información sobre ambos cónyuges:
“Testamento de María Bolaños, mujer de Andrés Pérez. Del primer matrimonio tuvieron por hijos a Catalina Ojeda, mujer de Manuel Felipe, y a Francisco Pérez Bolaños. En segundas, casó con Juan Pinto y tuvieron por hijos a Gonzalo y Miguel. Es hija de Juan González, familiar del Santo Oficio Folio 87 Año 1620”
De su lectura entresacamos que María Bolaños, la esposa de nuestro ascendiente de origen gomero, tuvo un primer casamiento de corta duración pues tiene tan solo dos hijos de su relación con Andrés Pérez, siendo Catalina Ojeda, nacida en 1488, la primogénita. Podemos presumir por tanto que nuestro ascendiente falleció mucho antes del cambio de siglo. El nombre de su hija mayor le fue impuesto en honor de su abuela paterna, también llamada Catalina Ojeda, vecina como su esposo, Diego Pérez Mulagua, del lugar de Agaete.
Acerca de los padres de María Bolaños 2, que son Juan González y María de Bolaños 1 podemos determinar con certeza su ascendencia europea y más concretamente ibérica y lusitana.
Juan, como se ha reseñado, es familiar del Santo Oficio en 1591 por lo que necesariamente tuvo que demostrar previamente su limpieza de sangre. Casó dos veces, la primera con María Bolaños 1, la madre de nuestro ascendiente, y la segunda con Ana Martín Naranjo. El tal Juan González debía ser una persona emprendedora en la época por cuanto consta en los protocolos que arrienda en 1586 un molino a un tal Mateo Pérez y que es herrero de profesión. Está totalmente probada su ascendencia lusitana pues consta en la documentación que sus padres, Álvaro González e Isabel Álvarez, eran naturales del coto de Gambizes, a una legua de Braga, en el lugar de Peñarada.
Dos nuevas reseñas de la carpeta del Archivo diocesano nos aportan una sorprendente información acerca de la identidad de la madre homónima de María Bolaños y nos constatan la frecuencia en aquellos tiempos de los matrimonios en segundas nupcias. Hay una especie de horror vacui familiar quizá por el desamparo en que quedan las viudas en edad fértil.
“María Bolaños, mujer primera de Diego Pérez, y por sus hijos a Francisco y Juan; en segundas nupcias, con Juan González Herrero y por su hija a Juanica; dice que es hermana de Pedro Afonso folio 253”
“Juan Pinto y María Bolaños hijos de Juan González y María Bolaños. Transacción con Ana Martín viuda del dicho Juan González de quien fue su segunda mujer folio 78 año 1604”
Obviamente el primer documento es muy anterior al segundo por cuanto en él solo se reconoce a una niña llamada Juana como descendiente de María Bolaños 1 y de Juan González, y en el segundo, muchos años después, se señala como hija a María Bolaños 2 casada en segundas nupcias con Juan Pinto. En todo caso, la identidad de los padres de María ha quedado bien esclarecida en su partida de matrimonio.
Si entendemos bien el significado del primer documento, resulta que Mª de Bolaños 1, esposa de Juan González, es la madre de Mª de Bolaños 2 (hasta aquí todo va bien) pero es que antes estuvo casada con Diego Pérez, el padre de Andrés Pérez, el marido de su hija; pero es que, además, dice que es hermana de Pedro Afonso, quien era, según sabemos, hermano de Juan Afonso de Taya, su padre. Este último enredo se resuelve fácilmente si pensamos que Pedro no es su tío sino un hermano del mismo nombre.
Por si los lectores no se aclaran mucho con el resto de la trama, cosa más que probable, les adelantamos que a nosotros también nos costó entender el galimatías. Bueno, haciendo un esfuerzo, les contamos: resulta que Andrés Pérez se casa con María Bolaños 2, hija de María Bolaños 1, la que fue segunda esposa de su padre, Diego Pérez Mulagua, quien había casado en primeras nupcias con Catalina Ojeda, su madre. Por lo tanto, los cónyuges no necesitan dispensa eclesiástica alguna para casarse porque, aunque parezca mentira, no tienen lazos de sangre.
Pues bien, aclarado el asunto, les informamos de que el padre de María de Bolaños 1 se llama Juan Alonso de Taya quien dicta sus últimas voluntades en Guía en 1545 ante Bernardino de San Juan. De la información obtenida en dicho testamento y en otros protocolos consultados entresacamos lo siguiente: que había nacido en el lugar que dicen Gundufarte, en el Concejo del Señorío y Obispado de Visco, en el reino de Portugal; que tenía como hermanos a Juan y a Pedro Afonso, y que los tres eran hijos de Alfonso Yánez y Margarita López. Señala asimismo Juan Alonso (o Afonso) que su esposa es Juana García, hija de Hernando de Cejas (extrañamente no cita a su suegra) y que ambos tienen por hijo a Juan de Saavedra. Declara asimismo que su mujer, Juana García, está preñada por aquellas fechas por lo que nos estar anticipando el nacimiento de su hija María que, de confirmarse, habría tenido lugar en 1546. Indica por último Juan Afonso de Taya que su profesión es la de camellero, es decir, almocrebe (persona que trabaja con bestias de carga), una actividad floreciente en aquellos tiempos, ligada a la producción de azúcar, que consistía esencialmente en el transporte de leña y de la misma caña hasta los ingenios y posteriormente en el transporte de los panes de azúcar hasta las embarcaciones.
Efectivamente Juana García, la esposa de Juan Afonso de Taya, es hija de Hernando de Cejas y de una mujer cuyo nombre no se cita. Acerca de ella, algunos genealogistas han planteado que su apellido podría ser Bolaños ya que es el mismo que se impone a su nieta como era la costumbre por entonces. Quienes esto piensan, plantean que se podría identificar a su esposa con Isabel Bolaños la hija del ilustre matrimonio formado por Juan de Mayorga, el que fuera primer alcalde de la Villa Real de Las Palmas y de su esposa Juan Bolaños, ambos de origen castellano, que, como recordarán los lectores, fueron los padrinos de Arminda. Por otra parte, Pinto de la Rosa nos dice que Hernán de Cejas era hijo natural de Hernán Arias de Saavedra, II Señor de Fuerteventura.
Pero una y otra opinión, aunque respetables, son más que cuestionables por cuanto en el libro primer de Gáldar hemos podido leer la siguiente partida, que creemos suficientemente aclaratoria, que se corresponde con el bautizo de una hermana de Juana:
“En 1º de junio de 1514 años, bautizo una hija de Fernando de Ceja e de su mujer; son convertidos, pusimosle nombre Estefanía. Fueron sus padrinos Juan de Sayavedra e la (mujer) de Jerónimo de Pineda”
Nos detenemos por un momento en la descripción genealógica para hacer unos breves comentarios sobre este precioso documento:
El segundo de los testigos, sin confusión posible, es María de Betancor, hija de Luisa de Betancor (Tenesoya) y de Maciot de Bethencourt y esposa de Jerónimo de Pineda, Regidor Perpetuo del Cabildo de Gran Canaria, es decir, del ayuntamiento único de la isla. Del primer testigo, Juan de Saavedra, se dice que era hijo natural de Pedro Hernández de Saavedra, Primer Señor de Fuerteventura, habido con una esclava mora. Podría pensarse que este personaje, como dice Pinto de la Rosa, puede tener algún vínculo familiar con el padre de la recién nacida por cuanto sabemos que un nieto de Hernando de Cejas recibirá muchos años después, como ya anticipamos, el nombre de Juan de Saavedra. Nos decantamos sin embargo por pensar que Juan de Saavedra es un mero testigo y que Hernando de Cejas y su esposa son una pareja de judeoconversos portugueses recién llegados a la villa de Gáldar como parece deducirse del propio apellido Cejas (Seixas en origen) del padre de Juana.
La presencia de personas de prestigio como Juan de Saavedra y María de Betancor en la ceremonia hay que entenderla por tanto como un honor que se otorgaba a la mayoría de los recién nacidos por parte de las autoridades, tal y como hemos podido comprobar repetidamente en los libros sacramentales de Gáldar y Guía. Es como una especie de deber social que tenían que cumplir con sus vecinos de toda condición, independientemente del nivel social de los padres o de la consideración de cristianos viejos o nuevos que estos tuviesen.
Concluimos por tanto, después de diseccionar la partida, con la idea de que todos los ascendientes de María Bolaños 2, la mujer que casa en 1584 en Guía con Andrés Pérez Mulagua, son caracterizadamente portugueses: con algunas dudas en el caso de Hernando de Cejas y de su mujer que, al no ser nombrada puede ser una esclava indígena o morisca, y con toda certeza en los casos del herrero Juan González y del camellero Juan Alonso de Taya. Al margen de las diatribas genealógicas planteadas y no resueltas, lo que resulta incuestionable, y es algo que nunca se termina de reconocer suficientemente, es el peso de la colonización lusitana en la conformación de la idiosincrasia canaria: gente sencilla, laboriosa, socarrona y librepensadora que nos aporta una parte relevante de nuestra identidad.
C. EL CISMA DEL NOROESTE
Guía tiene su origen en torno a la ermita que fundara Sancho de Vargas a principios del siglo XVI pero no será hasta 1515, en que, al disponer de alcalde real y vara de justicia por decisión del gobernador Fernández Cerón, se separe administrativamente de la vieja Gáldar, la Ciudad de las Guayarminas. Pedro González Sosa ha estudiado muy bien estos acontecimientos por lo que remito a los lectores interesados a bajar de Internet su documentado libro Contribución para una Historia de Guía de Gran Canaria.
El cronista oficial en la Introducción de su libro nos comenta: “Guía nace en el momento mismo en que el noble conquistador (en referencia a Sancho de Vargas) manda levantar su iglesia y en torno a ella se van asentando las familias más prominentes de Gáldar y también la mano de obra entre la que destaca la portuguesa y los más sobresalientes hombres de negocios genoveses”. El trabajo de González Sosa se centra sin embargo casi exclusivamente en Sancho de Vargas y su descendencia por lo que creemos que sería de interés profundizar en la identidad de dichas familias prominentes pues para nosotros es una evidencia que los conquistadores castellanos, cuando se produce la división, se mantienen en su mayor parte alineados con Gáldar y que los vecinos del “barrio comarcano” que promueven la separación pertenecen esencialmente al tercer estamento: extranjeros portugueses y genoveses que prosperan al amparo del cultivo de la caña y la producción de azúcar.
Nos atrevemos en este punto a plantear una hipótesis que no es tan novedosa, como veremos, sobre las causas de fondo del cisma entre Guía y Gáldar de 1525. Algo parecido estuvo a punto de ocurrir en el mismo siglo XVI entre la Villa de Agüimes y el caserío establecido al otro lado del Guayadeque en torno al Ingenio de Aguatona. En dichos predios sureños a pesar del poderío demográfico y económico de los vecinos del barrio del Ingenio la segregación demandada no se produce. Quizá la unidad jurisdiccional del Señorío Episcopal y el menor peso demográfico y económico de los plantadores fueran determinantes para impedir el cisma.
En las fértiles vegas del noroeste se dan, efectivamente, circunstancias bien distintas. En la parte izquierda del riachuelo se asienta una población floreciente en tornoa la ermita fundada por los Vargas y al calor del gran Ingenio Blanco, entre cuyos vecinos destacan los representantes de varios albergos genoveses (Riberol, Cairasco, Soberanis) con sobrados medios para comprar voluntades políticas. Planteo además que detrás de esas decisiones untadas estaba igualmente el deseo de los vecinos del barrio comarcano de Guía de librarse de la voracidad recaudatoria de las autoridades galdenses. En la mentalidad de los genoveses, también en la de los hacendosos portugueses, no cabe el absentismo que practican muchos de los vecinos de enfrente. La condición nobiliaria de muchos de ellos por su ascendencia real canaria o bien por sus derechos de conquista mermaba las posibilidades de desarrollo de la localidad pues un número excesivo de vecinos está libre de contribuir con pechos y alcabalas y rehuye trabajar la tierra con sus propias manos, es decir, había demasiados manos muertas y pocos trabajadores libres. Planteo pues de forma simple pero directa que el poder del dinero genovés al amparo de la producción de oro blanco y la reacción en contra de los privilegios estamentales de que disfruta buena parte del vecindario establecido en torno a la Iglesia de Santiago de los Caballeros fueron las claves del cisma entre las dos villas hermanas.
Efectivamente, los pobladores de Guía son gente emprendedora procedente de la República de Génova, pero, también, en su mayor parte, hombres y mujeres laboriosos (se trata de una inmigración de tipo familiar) procedentes del Reino de Portugal que huyen de la persecución inquisitorial sobre los judeoconversos. Estos colonos lusitanos despliegan en la localidad que los acoge una actividad incesante como campesinos especializados (especieros, desburgadores…), como artesanos de variadas profesiones (almocrebes, herreros,…) e incluso como sacerdotes. Sirva como muestra esta curiosa partida de bautismo de 1569 en la Iglesia de Santa María de Guía:
“A finquo días do mes de noviembre del anno susodicho, yo Gaspar de Magallanes, capellao de la Iglesia de Nostra Señª de Gía, en ausencia de Hernando Alonso, beneficiado, batisé a Salvador… Foran padrinos: Francisco Alonso e Inés Trylelles”.
Nuestro cuadro genealógico al llegar al comienzo del siglo XVI atestigua efectivamente que hubo un aluvión de portugueses que se instalaron en la orilla izquierda del riachuelo que separa a las dos localidades. El listado de los vecinos de Gáldar que se oponen a la segregación (lo pueden ver en un anexo del libro citado del cronista de Guía) cuenta con unos pocos vecinos de apellido portugués y con ninguno de origen italiano. Los cabezas de familia que aparecen en la nómina de los remisos son mayoritariamente conquistadores castellanos o sus descendientes que han unido su sangre a la realeza canaria. Son también indígenas canarios de la alta nobleza Semidán, algunos de los cuales conservan su apellido vernáculo (Maninidra o Bentidagua), aunque en general sus nombres son ya enteramente castellanos como es el caso, por poner algunos ejemplos, de Sebastián Rodríguez o de Pedro Domínguez. Recordemos en este punto que por cédula real cuarenta indígenas con sus correspondientes familias fueron respetados en sus derechos de vecindad y propiedad en la Gáldar post-conquista.
Es el enfrentamiento entre la Edad Media y la Edad Moderna, entre la nobleza y la burguesía, entre la mentalidad absentista y la productiva, entre las plantaciones trabajadas por esclavos o por hombres libres, lo que subyace en el conflicto. Así toda la nobleza territorial criolla e indígena que han establecido una alianza entre sí, se niega a aceptar la separación porque ello significa un golpe mortal a los derechos feudales que disfrutaban, tanto los hidalgos castellanos como los nobles indígenas de la estirpe Semidán. Las arcas de la villa de Gáldar tuvieron que sufrir grandemente los estragos de la secesión hasta el punto de tener que exigir tributos a familias de renombre. Recordemos en este punto, tres años después del cisma, la irrupción en la casa de Tenesoya de Juan de Vargas, alcalde real de Gáldar, y Jerónimo de Pineda, su yerno, regidor de la isla, y la subsiguiente requisa de objetos, agravio que no se saldaría hasta la información de nobleza de Luisa de Betancor y de sus hijos Arriete Betancor y Juan Perdomo que los libera del pago de impuestos.
El insigne Cairasco de Figueroa (1538-1610) tiene también su opinión sobre estos hechos. En la Comedia del Recibimiento nos habla de dos personajes llamados Guía y Gáldar que discuten acaloradamente durante todo el camino que los lleva hasta Las Palmas, donde ambos van a presenciar el recibimiento del nuevo Obispo de la diócesis, don Fernando de Rueda. En determinada escena de dicha obra, Guía, que simboliza el mundo nuevo próspero y pujante, le dice a Gáldar, que representa al mundo anclado en las honras del pasado:
Dejando puntos de honor
Y competencias pasadas,
Gáldar, vamos con amor
A ver el nuevo pastor
De las Islas Fortunadas.
D. HISTORIAS BÉLICAS
En los peldaños intermedios del cuadro genealógico se sigue observando el influjo portugués en nuestra ascendencia de Guía de Gran Canaria con la aparición de apellidos como Felipe, Marrero o Silva y con una proliferación del apellido Guerra a ambos lados de la escala que nos habla del éxito demográfico de un linaje grancanario (un tercio de las personas que en España llevan este apellido son residentes en la provincia de Las Palmas) cuyo origen, como decía Cioranescu, no está esclarecido, aunque algunos aficionados a la genealogía le sigamos dando vueltas al tema.
Por lo pronto, nuestra aportación en ese debate se centra en presentar a los lectores a la persona de mayor antigüedad en nuestro árbol que cuenta con dicho apellido, Isabel Guerra, una mujer natural y vecina de Firgas, bautizada en 1556 en la Iglesia de San Juan Bautista de Arucas, que casará a los 19 años en la misma iglesia en 1575 con Juan Hernández, y que en 1600, ya viuda, dota a su hija Francisca para casarla con Amaro Hernández (Folio 43 Escribanía de D. Francisco Martínez). Esta Isabel Guerra de la que hablamos es la bisabuela de la primera persona que aparece en el cuadro adjunto con dicho apellido: Ana Guerra Marrero casada en Guía en 1671 con Francisco Felipe Bolaños.
Si se fijan en los apellidos de ambos cónyuges podrán observar que al menos tres de los cuatro son, en los linajes aquí estudiados, de comprobado origen portugués. El hecho de que Isabel Guerra, nuestra Eva en este bélico linaje, otorgue dote a su hija para casarla con Amaro Hernández, cuyo nombre de pila es de indudable origen luso (Mauro en portugués) nos pone de nuevo sobre la pista de un “desembarco” lusitano, también para este singular apellido, que debió tener lugar con posterioridad a las Orden de expulsión de los judíos del reino de Portugal dictada por Manuel I en 1496.
Hemos leído, no obstante, en Internet, en una dudosa nota, que el apellido Guerra de Gran Canaria procede del Bartolomé Joannes Guerra asentado en Guía en el siglo XVI de quien se dice que era el segundo hijo del conquistador de Gran Canaria y Tenerife Lope Hernández de la Guerra a pesar de que sabemos que este no tuvo descendencia por lo que tuvo que legar en favor de dos de sus deudos que son los protagonistas de la apología de Viana. Para Cebrián Latasa, coincidiendo con Cioranescu, nada de esto está fundamentado.
Otra posibilidad, tampoco acreditada documentalmente, es la de que los Guerra de Gran Canaria puedan venir de la descendencia de un “hombre de las islas” de origen andaluz, Hernán Guerra, quien según Cebrián Latasa, fue repoblador de Lanzarote en el año 1446, convirtiéndose en uno de los desafectos de los Señores de las Islas que propiciaron la Pesquisa de Cabitos y que más tarde se convertiría en un importante adalid de la conquista de Gran Canaria. Casado con María May tuvo al menos tres hijos que se avecindaron en Gran Canaria aunque, al parecer, sus descendientes no mantuvieron dicho apellido.
Por nuestra parte, hemos tenido la oportunidad de comprobar en la Red que Guerra es un apellido tan extendido en Portugal como en España, y muy frecuente, al parecer, entre la población sefardí. En las actas de la Inquisición en el Archivo de Torre da Tombo (Portugal) aparecen condenadas por judaizantes varias personas que portan este apellido. No tenemos certezas al respecto pero nos atrevemos a plantear como tercera vía, es solo una intuición, que los Guerra y los Marrero, familias vecinas en la Firgas del siglo XVI, que mezclan su sangre con frecuentes matrimonios entre sí, pueden tener un origen lusitano común, habiendo arribado a Gran Canaria a principios del siglo, previa escala en Tenerife en el caso de los Marrero.
E. AMORES DESBORDADOS
Pasamos ahora a exponer de pasada algunas curiosidades genealógicas decimonónicas, que se sitúan en los peldaños inferiores de la escala, relacionadas con nuestra tatarabuela Fermina Díaz García cuya foto adjuntamos. Esta es la más antigua foto que conservamos de toda la familia. En ella, aparece acogiendo en su regazo a uno de sus hijos, un niño rubianco aunque Fermina, como pueden ver, es bien morena. Es una imagen representativa del mestizaje que caracteriza a tantas familias canarias.

Fermina Díaz nació en Guía en 1823 por lo que calculamos, a ojo de buen cubero, que la instantánea puede estar datada a mediados del siglo XIX pues según su partida de defunción ella fallece en 1882, con casi 60 años, aquejada de “fénix orgánica del corazón”. ¡Qué forma más poética de referirse a un fallo cardíaco. Lo más remarcable que tenemos de su biografía es que la joven Fermina Díaz, perteneciente a una familia campesina de Guía, cruza el charco y se casa en La Habana, a sus 24 años con Juan Domínguez Bethencourt, de 33, perteneciente a una familia de altos vuelos pues además de los apellidos que porta hay que citar que es un Vega por parte de su abuela paterna y un Guzmán por su abuela materna. Esta es la curiosa partida de su matrimonio:

 

Presbítero D. Juan Bta. de Echaniz y Lauda, cura Beneficiado por su S. M. de la Iglesia Parroquial de Jesús del Monte de la Habana certifico que en el libro 5º de Matrimonios de Españoles al folio 46 vto Nº 102 está la siguiente:
“En 22 de noviembre de 1847 años habiendo dispensado las tres canónicas amonestaciones el Exmo. e Ilustrisimo Sr. Dr. Dn. Francisco Fleix y Solaus del Consejo de S. M. Caballero Gran Cruz de la Real Orden Americana de Isabel la Católica, obispo de esta Diócesis, yo D. Claudio Valdés teniente de cura Beneficiado por S. M. de esta iglesia auxiliar de Jesús del Monte, jurisdicción de la ciudad de la Habana, desposé y velé en la forma ritual acostumbrada a D. Juan Domínguez, natural de la villa de Guía en la isla de la Gran Canaria y vecino de esta feligresía, hijo legitimo de D. Juan y de Doña Concepción Betancourt y Doña Fermina Díaz de la misma naturalidad y vecindario e hija legítima de D. José A. Díaz Medina y de Doña Antonia García; ambos contrayentes solteros a quienes, habiéndoles preguntado, tuve por respuesta su mutuo consentimiento de lo que fueron testigos D. Agustin Oliván y D. Emilio Obregón y padrinos D. Santos Villaverde y Doña Isabel Iglesias; confesaron, comulgaron y lo firmé: Claudio Valdés”.
Juan Domínguez falleció en 1885, tres años después que su esposa, de congestión cerebral, según la partida de defunción, habiendo otorgado testamento, un día antes de su muerte, ante Rafael Velázquez, notario de Guía. En la cláusula tercera del mismo declara “haber sido casado con doña Fermina Díaz y García, difunta, durante cuyo matrimonio procrearon por sus hijos a don Antonio que hace años está padeciendo de enajenación mental y se encuentra en el Manicomio llamado “Nueva Belén” de la Ciudad de Barcelona en San Gervasio de Cassolas, de estado soltero. Doña María de la Concepción, casada con don Lorenzo Ruiz, doña Antonia María, viuda de don José Antonio Quintana, doña Juana María, consorte de don Rafael Rodríguez, doña María de los Dolores, consorte de don Nicolás Molina y doña Sinforiana, legítima esposa de don Francisco Bautista y Miranda, todos mayores de edad excepto las dos últimas que no han cumplido aún veinte y cinco años”.
Del resto de cláusulas, amén de confirmarse que es un importante propietario de tierras y aguas en la comarca, destacamos la preocupación que manifiesta por el estado de salud de su hijo, cuidando en sus disposiciones que no le falte de nada para su subsistencia si él fallece. Sin llegar a esta arruinado, porque no se ha desprendido de sus propiedades, reconoce tener numerosas deudas que paga en especie, con horas de agua, por diversos préstamos en metálico cuya finalidad, deducimos nosotros, era para hacer frente al pago de las atenciones de Antonio, su hijo primogénito, quien falleció en Barcelona en 1887, dos años después que su padre. ¡Amores hasta después de la muerte! El resto de sus hermanos, entre ellos mi bisabuela Sinforiana, la benjamina de la casa, se repartirán entonces a partes iguales las propiedades que le correspondían al primogénito.
E. PROVERBIAL MESTIZAJE
Como cierre de este artículo y de la serie por el momento, pues vamos a hacer un alto en el camino, nos gustaría destacar el interés didáctico que tiene la relación entre genealogía e historia. Todos los canarios de las siete islas se pueden sentir representados de uno u otro modo en los linajes descritos y en los hechos históricos contextualizados durante 500 años de historia en los distintos cuadros genealógicos que han acompañado a estas líneas a lo largo de los diez capítulos publicados hasta el momento. Tenemos la certeza, después de llevar unos años trabajando en lides genealógicas, de que todos los canarios sin excepción pertenecemos a una misma gran familia y que cualquier ciudadano con raíces podrá engancharse a dicho árbol, en más o menos generaciones, e identificarse con los hombres y mujeres que forjaron la identidad de este pueblo, independientemente de su origen europeo o africano, ibérico o indígena pues el mestizaje entre ambos aportes es algo que proverbialmente nos caracteriza. Esta y no otra es la pretensión de estos artículos: acercar a los jóvenes y menos jóvenes la Historia de Canarias, sentirla y reconocerla como propia, desde sus albores, en las milenarias culturas indígenas, hasta la sociedad multicultural y cosmopolita de hoy. Pero esas ideas suenan mejor, de seguro, si las expresamos en verso con un poema de nuestro libro La reina de Canaria (Editorial Cam-Pds):
Por doquiera que transites
encontrarás bajo el drago
altas eneas y mimbres
dignamente entrelazados:
campesinos portugueses,
caballeros castellanos,
comerciantes genoveses,
y hasta esclavos saharianos.
Todos cruzaron su sangre,
hace de esto algunos años,
con honorables linajes
aborígenes canarios.
No da marcha atrás la historia.
Aceptemos el pasado
de esta tierra promisoria
que a tanto colono atrajo.
Las distintas procedencias
enaltecen el legado
que nos dieran en herencia
los indígenas canarios,
y refuerzan los anhelos
de este pueblo mestizado
que se siente a un mismo tiempo
europeo y africano.
Nace así un archipiélago,
en medio del Atlántico,
orientado al Universo
con un norte libertario
que abomina de conceptos
como rango nobiliario
y origen o paradero
peninsular o canario
CUADRO GENEALÓGICO DE UN LINAJE NORTEÑO
 
 (N: nacimiento D: defunción) (En rojo, la línea de sangre)
 

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