Miércoles 12 de febrero de 1908, comenzaba con mi hermana un viaje a pie alrededor de la isla. Hacia las siete de la mañana, temprano, aparecía el arriero, proporcionado por el alcalde, con un burro para el equipaje. Sin embargo, apenas habíamos llegado a la salida del lugar, el arriero tenía problemas, él tenía una rodilla mala e invocaba a encontrara otro hombre del campo como guía, al cual él entregaría el burro.
El destino de nuestro viaje era Hermigua. Dejábamos, detrás de nosotros, los campos de tuneras, de tomates,piteras, higueras, palmeras y plátanos escasos, que limitan el camino al Norte de La Villa, y entrábamos en la tierra del valle cubierta de guijarros de piedra del Barranco de la villa en el cual los arbolitos verdes claros, los balos (Plocama pendula)formaban pequeños bosques.
En las paredes laterales marrones del valle crecían las matas azules verdes de Tabaiba (Euphorbia berthelotii) y cardonales (Euphorbia canariensis). A media hora de salir de San Sebastián, el valle se estrecha considerablemente, mientras que al mismo tiempo un afluente, al Norte, el Barranco Seco, se desviaba. En el lugar de esta división se encuentra el barrio de El Molinito, un grupo de casas blancas rodeadas por palmas hermosas y muchos naranjos. Más lejos, hacia arriba, el valle se pone de nuevo pedregoso y desolado, a pesar de las muchas corrientes de agua […]
Dejábamos las partes desiertas del valle detrás de nosotros y llegábamos de nuevo a fincas con campos de tuneras,higueras, naranjos y palmeras. Grandes tierras estaban repletas de matas pequeñas que florecen de Magarza (el crisantemo frutescens). En las orillas del arroyo, que teníamos que saltar debido a sus muchas curvas, a menudo en piedras y peñascos, observábamos las hojas gigantescas del ñame (Colocasia esculenta), tubérculo del Trópico que es cultivado en las Islas Canarias a menudo en la cercanía de los barrancos y que es rico en almidón por sus rizomas, que son cortados en discos y son fritos. Por más lejos que hacia arriba viéramos, más suave se hacía el valle, tanto más exuberante era la vegetación. Las casas estaban a menudo de manera pintoresca construidas en las laderas de las montañas y eran frecuentes, como las casas de los suizos, que las casas contasen con pequeñas terrazas para proveerse. […]
El valle se estrechaba cada vez más, el arroyo discurría a menudo por barrancos estrechos y caía en ampliaciones en las cuales el agua mostraba una coloración verde. Las laderas de los barrancos estaban cubiertas de helechos delicados (Adiantum capillus veneris), un helecho, que se encuentra en todas partes en las Islas Canarias allá donde la humedad rezume por la roca que la detiene e impide así la desecación de la tierra. […]
Aún más lejos hacia arriba, el valle se hacía de nuevo desolador. En Islas Canarias en ubicaciones abiertas, la mata más frecuente, que procede de la región de Mar Mediterráneo occidental, es el Juagarzo (Cistus monspeliensis),que se presentaba y alegraba la vista por sus grandes flores blancas. También se observaba en nuestro camino el sauce canario (Salix canariensis) y recogí al pasar un número de hierbas que florecían, de las cuales menciono la cabeza deculebras (Echium piantagineum), Acker-Gauchheil (Anagallis arvensis), elespliego (Lavandula multifida), Asphodil (Asphodelus fistulosus), el trébol(loto creticus), (Bidens pilosa), (Calendula, arvensis) y (Seneciopopulifolius).
Después de viajar 3 horas llegamos a un acantilado, la Hacienda de Honduras, una finca bastante grande con palmas, naranjos y melocotoneros. En los campos observábamos rosas numerosas. El valle se bifurcaba aquí; a la izquierda subía hacia arriba el Barranco de La Laja en dirección al Roque de Agando, a la derecha el Barranco del Agua se dirigía a la Cumbre de La Carbonera. Seguíamos por el Barranco del Agua y pasábamos junto al laurel, el brezo y el ñame. A la derecha por una ladera de roca escarpada, llegábamos a la Cumbre.
En este nivel del mar que tiene una altura aproximadamente de 700 m, cambiaba el carácter de la vegetación. Las palmas y arbustos que nos habían acompañado hasta ahora, desaparecían, y eran sustituidos poco apoco por laureles y brezos. Lo que aparecía de la lejanía como muro de roca calvo, se mostraba en la cercanía con matas de brezos, helechos y las hierbas pequeñas que florecían. El sendero rocoso se hacía siempre más rico en plantas; el agua caía gota a gota por los musgos y helechos que cubrían la tierra, y las rocas.
Hermigua
Cerca de las doce y media llegábamos a la Cumbre de aproximadamente 900 m de alto de La Carbonera y descansábamos en la cima. El sendero está partido aquí por una colina pequeña que está señalada con una cruz de madera. La vista desde la Cumbre era incomparablemente magnífica. Hacia atrás mirábamos el Barranco de la Villa donde muy abajo el arroyo brillaba y totalmente en segundo plano eran visibles las casas blancas de San Sebastián en la playa, cercanas al mar. Después, en frente de nosotros mirábamos hacia el valle de Hermigua, con sus casas que se prolongan en la línea larga, y la bahía en la salida del valle.
Ahora descendíamos hacia Hermigua y caminábamos durante aproximadamente una media hora por el bosque húmedo fresco que estaba compuesto por los árboles de carácter típico del monte canario[…]
Bajábamos por el lado izquierdo de un barranco exuberante de vegetación; muy abajo murmuraba un arroyo. Pasamos éste por un cauce hermoso y estrecho en cuyos alrededores la vegetación tenía una exuberancia verdaderamente tropical. Los laureles crecían en los riscos, estaban envueltos por las hojas anchas del tambaruche (Tamus edulis) en un abrigo verde, zarzas con espinas poderosas formaban una espesura impenetrable,los helechos, las hojas con forma de flecha poderosas de las ñameras y las siemprevivas gigantescas. […]
A medida que bajábamos, más lejos hacia abajo, veíamos en la orilla del arroyo algunos sauces. El camino llegaba después a lo alto de un descampado. Aquí era la frontera inferior de los laureles, los helechos y arbustos de hoja caduca.
El valle hacía una curva y se ampliaba, de manera que las casas que están en la inclinación de la montaña dela parte superior de Hermigua se hacían visibles. Pronto llegamos a los primeros campos de plátanos del lugar. El camino pasaba en lo alto sobre el arroyo en una fila de álamos debido a los cuales una de las cuatro aldeas de Hermigua se llama La Alameda.
Luego entrábamos en una calle que te lleva muy abruptamente hacia abajo, empedrada, donde un muchacho pequeño corría a nuestra vista totalmente de modo alterado en una casa y llamaba:»¡mamá, mamá! ¡un inglés! ¡un inglés!» Los campos de plátanos y de tomates, cañas y ñameras se hacían cada vez más copiosos. También veíamos una fila de seis palmeras muy peculiares (Oreodoxa regia), los únicos ejemplares de este árbol hermoso que vi en La Gomera.
Hacia atrás, abarcábamos con la vista la parte superior del pueblo: las casas subían de manera pintoresca porla ladera y tenían a una gran montaña junto al Chorro al fondo. Antes de éste dos roques se levantaban aislados, y a la derecha en segundo plano un acantilado escarpado por el cual una cascada caía.
Más lejos hacia abajo caminando veíamos el mar y la punta de Tenerife.
Pasamos por la plaza de la iglesia que estaba plantada con hermosos eucaliptos donde la casa del alcalde y la nueva casa parroquial rodeaban la iglesia, y bajamos luego a lo largo por los campos de plátanos hasta la Casa de don Fernando. Aquí encontramos a nuestro anfitrión, vivía con su hermana.
Nuestra estancia duró dos días en Hermigua para intentar realizar una excursión en el bosque por encima del valle.[…]
Agulo
El sábado 15 de febrero, nos dirigimos a Agulo. El camino nos llevaba entre tarajales hacia la playa. Las laderas estaban cubiertas de tabaibas, berodes, balos, piteras, tuneras y en parte también de palmeras. Atravesamos un arroyo y veíamos en lo alto arriba la cascada de Agulo. Luego pasamos junto a unas ñameras, y en la cercanía de una granja de peces se inicia la subida a Agulo, que se convierte en un ascenso empinado, y se llega al pueblo después de solamente una hora.
Agulo es como un pintoresco pueblo tirolés bajo los pies de un gran acantilado, a unos 300 m de altura y a 250 m de nivel del mar,compuesto por tres barrios que están separados por campos de plataneras uno delos otros. Al contrario que Hermigua, Agulo sí posee una fonda que está llamada a ser la mejor junto a la de San Sebastián, y los habitantes de Agulo están muy orgullosos de ello. No considerábamos, sin embargo, que la fonda fuese mejor que la de la capital.
La entrada a la Fonda tenía el aspecto como si te llevara a un establo o a un granero, las ventanas no tenían en parte cristales,las sillas mostraban grandes agujeros en el trenzado, todas las cosas estaban cubiertas de polvo, fotografías que habían perdido el color y señoritas españolas semidesnudas representadas en los cuadros de las paredes. El techo de la casase veía extrañamente desde adentro ya que no estaba cubierto con ladrillos. El viento silbaba por todos los tragaluces, y yo de noche ponía una manta en la ventana de mi cuarto para estar protegido hasta cierto punto del aire y del frío.La comida era tan mala que no podía comer casi nada.
Después de nuestra llegada recorrimos caminando el pueblo, visitamos al alcalde y dimos un paseo a pie hasta la magnífica cascada que se precipitaba al sur del pueblo en dos lados dela montaña. En todos estos paseos estábamos a cada paso rodeados por grupos de niños y no podíamos dar ningún paso sin ser observados hasta en lo más mínimo.Cuando subimos por un sendero de la montaña, la gente nos miraba desde elpueblo durante media hora, y debido a lo escarpado de las montañas no nos escapábamos de la mirada de los vecinos[…]
Mi intento por subir la montaña que estaba detrás de Agulo no salió bien; la montaña se hizo tan escarpada que temía que sin ayuda de los vecinos pudiera despeñarme. Pero la altura conseguida ofrecía ya una vista magnífica, particularmente en la dirección hacia Hermigua. La comunicación entre este lugar y Agulo se hace por el camino de playa ya mencionado o por la montaña[…]
Martes 18 de febrero, un día muy sofocante, continuábamos nuestro viaje hasta Vallehermoso. Un hombre viejo con una barba característica y un pantalón, que tenía un remiendo, nos guiaba.
Pasábamos hacia abajo por la parte inferior del pueblo, que tiene aspecto muy pobre de Agulo y luego por un ascenso muy empinado desde el cementerio situado a las afueras del pueblo, que estaba rodeado por un muro blanco y adornado sólo con unas pocas cruces de madera que se levantaban en la desoladora tierra. «Aquí mueren pocas personas», nos decía la gente. A la izquierda del camino, sobresalían las rocas de basalto altas con canteras. Después de haber pasado por el paso del Roquillo, miramos el magnífico barranco de La Tagora en cuya inclinación derecha el camino llevaba abruptamente hacia arriba. La vegetación consistía sobre todo en brezos.
Una hora después pasamos por una casa solitaria y varios cobertizos. En Sobre Agulo donde cruzamos el arroyo, nos encontramos con varios bueyes que se anunciaban desde lejos por sus cencerros. Unos troncos amarrados eran arrastrados por los bueyes para ser transportados al valle.
Vallehermoso
Los brezos se hacían cada vez más numerosos y grandes, laureles y acebiños de formas altas, hermosos se reunían para formar pequeños bosques. También veíamos un grupo de eucaliptos australianos, que no consiguen aquí la altura tremenda como la de su país de origen, pero por su estatura noble y por su follaje son agradables a la vista.El camino por el bosque era cómodo en relación a los senderos pedregosos que habíamos pasado en los barrancos, y ofrecía a la derecha una mirada en la parte inferior de Vallehermoso, a la izquierda una vista magnífica el paisaje de montañas por encima de este hermoso valle.
A las doce habíamos llegado a Buenavista que recibe su nombre merecidamente. Desde aquí, se ofrece una vista general extraordinaria de Vallehermoso, valle que se ensancha en su parte superior. Las numerosas montañas están detrás unas de otras, descienden por todos lados, yse unen todas en Vallehermoso cuyas casas blancas se pueden ver muy abajo.
Cuando llegamos más lejos hacia abajo, vimos de repente el cono puntiagudo del Roque del Valle [Roque Cano], un coloso de roca tremendo, delante de nosotros las laderas y el camino que nos llevaba hacia abajo hacia el valle.
Cerca de la una y media de la tarde llegábamos a la pequeña Fonda de Vallehermoso. Una anciana con la cabeza cubierta y los ojos encendidos nos recibía y nos llevaba a un cuarto minúsculo con dos camas que estaba muy limpio – quitando las manchas de grasa en el suelo-. En las paredes había dos cuadros de buques antiguos, los barcos españoles «Villa de Madrid » y el «Almanza» rodeados por un escudo y por figuras simbólicas, así como cuadros de cobre con escenas de la vida de Jesús colgaban de las paredes: la adoración de los pastores, la huida de Egipto, Jesús en el templo y la Cruz.
Otro cuadro de la pared, representaba al emperador alemán con uniforme de los húsares, que algún huésped alemán patriótico había dejado antes aquí.
Desde las ventanas disfrutábamos de una vista muy hermosa del valle con sus campos de plátanos y palmeras altasy numerosas, las laderas de las montañas con las casas situadas junto al Roque del Valle y el Barranco de las Rosas.
Cerca de la habitación estaba la cocina, con un agujero negro en el cual se encontraba el fuego de carbón vegetal. De las habitaciones inferiores se escuchaban los gruñidos de los cerdos. Nos fortalecimos con una comida excelente como no lo habíamos comido durante muchas semanas y dimos luego un paseo a la playa que está aproximadamente a una media hora de la Fonda.
La ladera del valle desciende hacia abajo del camino, pronto en lo alto sobre el arroyo, pronto densamente a lo largo de su orilla. Varios Barrancos pequeños, estrechos desembocan al lado en el valle en cuya tierra se plantan plátanos y tomates; higueras, piteras, tuneras, berodes, tabaibas forman la vegetación predominante.
Las laderas de sabinas estaban más lejos arriba y destacaban como manchas verdes oscuras en las montañas del valle marrón. La sabina (Juniperus phoenicea) es la única conífera de la región basal en las Islas Canarias excepto el pino y estaba más extendida en el pasado de lo que ahora está en La Gomera, hoy en día sólo en Vallehermoso. Su valiosa madera se ha perdido[…]
El oleaje es incomparablemente precioso en Vallehermoso y supera incluso al de La Orotava en Tenerife. Detrás del Pescante, que está erigido en el rincón occidental de la bahía, la espuma salpica a la altura de la casa que está en el acantilado. Desde aquí un sendero lleva a un barranco estrecho hacia arriba. Muy abajo el oleaje azota dos veriles aislados. Tras su paso por el acantilado, el sendero va por lo alto sobre el mar a lo largo del acantilado,se dobla en lo alto de un canto de roca y va hacia abajo en un segundo barranco que es aún más impresionante en relieve que el primero[…]
Creo que los tres días en Vallehermoso fueron los más hermosos de todo el viaje. El paisaje era capaz de satisfacerlas demandas más exigentes, y sobre la población no teníamos que quejarnos. No éramos importunados aquí por la curiosidad de la gente y podíamos caminar, dibujar, pintar y fotografiar si sólo la lluvia intensa, que caía casi cada día durante varias horas, lo permitía.
Si uno incluye la comida excelente en la Fonda y las naranjas magníficas que comíamos, podrían ustedes imaginarse que nos fuimos a disgusto de Vallehermoso el viernes 21 de febrero, para continuar nuestro viaje a Valle Gran Rey.
Nuestro guía era un hombre de faz negra que tenía un aspecto de buscador de bandidos, que se mostraba sin embargo muy confiable.
Un burro fuerte llevaba nuestro equipaje que había aumentado considerablemente por mis colecciones, y por lo tanto su peso. Subíamos enfrente de la Fonda entre piteras y tuneras y llegamos más lejos arriba delos sabinares que era sustituido más tarde por el brezo[…]
Una hora después el bosque se hacía más grande y más denso, y adoptaba un carácter cada vez más virgen y selvático. Al principio los brezos y laureles estaban mezclados, más tarde sin embargo caminábamos en el bosque de laureles casi puro cuyos árboles estaban invadidos por musgos y eczemas. En el suelo y en las orillas los helechos formaban un bosque dentro del mismo bosque. Pensé entonces en la descripción entusiasmada de las selvas vírgenes de La Gomera que hizo Carl August Bolle y no puedo negar dirigir aquí sus palabras, dado que mi pluma es demasiado débil para devolver la impresión tremenda, que estos bosques causan al caminante:
Todos estos gigantes de la naturaleza virgen, escribió el viajero alemán, Carl August Bolle en 1862, sobre los árboles de los bosques de La Gomera, han crecido con pocas excepciones de forma delgada como tribus poderosas. […].El silencio profundo y misterioso de este bosque milagroso, en el cual he pasado varios días, sólo interrumpidos por el murmullo del agua, por el ruido del viento en las copas milenarias y por el aleteo de las grandes palomas de la laurisilva, dejaron una huella en mí, que si no se me diese la fortuna de vivir muchos años más, y mi anhelo tampoco fuese realizado de volver a verlo, lo guardaría con frescura en mi memoria hasta el último momento de mi vida.