Para la realización de este trabajo, se ha colaborado en la toma de datos de un programa de seguimiento del picudo de la platanera, que realizó el Servicio de Sanidad Vegetal de la Dirección General de Agricultura, de la Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación, del gobierno de Canarias durante 2004 y 2005.
En concreto en este estudio sólo nos referimos, principalmente a la isla de Tenerife, sin dejar de lado a otras islas donde se hace mención a su situación y distribución.
A tal efecto en Tenerife se evaluó, en 42 fincas localizadas en distintas zonas de la isla, la influencia de las condiciones climatológicas, el cultivar de platanera, sistema de riego, sistema de cultivo y tratamientos químicos empleados sobre la dinámica de población de la plaga.
En principio, se planteó este estudio en la isla de Tenerife por ser la más afectada y la más cercana para la ejecución del trabajo. Además, dado el impacto en esta isla esta propuesta modelo de dinámica de población puede servir para otras zonas del Archipiélago.
Este trabajo se enfocó para la realización de un proyecto fin de carrera de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agraria de la Universidad de La Laguna.
Antes de entrar en el estudio específico aquí indicado vamos a dar unas consideraciones generales sobre la plaga y su distribución en Canarias.
Situación taxonómica
El picudo de la platanera es un insecto que fue clasificado por primera vez por Germar en 1824. Es un coleóptero perteneciente a la familia Dryophthoridae del suborden Polyphaga y se incluye en la superfamilia Curculionoidea, en la cual se incluyen once familias, de las que cuatro poseen interés agroforestal (De Liñan, 1998). Se incluye dentro del género Cosmopolites y constituye la especie C. sordidus.
Daños y síntomas
Entre los daños directos que el picudo puede ocasionar al cultivo destacar que las larvas, a medida que se alimentan del rizoma, van excavando galerías que destruyen los tejidos internos y partes adyacentes a las raíces, lo que dificulta la circulación de la savia. Como se observa en la foto 1, los túneles son de forma circular y aumentan de tamaño a medida que las larvas van creciendo. Estas perforaciones, interfieren en la traslocación del agua y nutrientes a toda a planta, lo que a su vez provoca síntomas como clorosis, marchitez, pérdida de vigor en la planta, reducción del tamaño de la fruta y disminución de la producción. Si la infestación es grave, el rendimiento de la cosecha puede llegar a disminuir un 50 %. Las mermas en producción, se reflejan en la prolongación del ciclo de producción y la reducción en el rendimiento por disminución en el número, tamaño y peso de los racimos. Otros daños no menos importantes son la caída de plantones por el efecto del viento acentuada por el vaciado producida por las galerías y así como la entrada de patógenos que aumentan aún más las pérdidas en el cultivo.
Foto 1.- Daños en el pseudotallo de la platanera ocasionados por C. sordidus.
Las hembras adultas depositan sus huevos individualmente en huecos que perforan con su pico en la superficie del cormo o en la base del pseudotallo (Fig. 1). Éstos eclosionan generalmente en una semana, pero podrían durar hasta tres en los periodos invernales del subtrópico. La oviposición es continua durante todo el año. Sin embargo, varía considerablemente entre temporadas (Simmonds, 1966). Las condiciones óptimas son de una temperatura de 25 a 27 ºC, humedad del suelo alta, humedad relativa del ambiente próxima al 100 % (De Liñán, 1998). El desarrollo de los huevos no se presenta a temperaturas menores de 12 ºC; este umbral puede explicar por qué es raro encontrar esta plaga a alturas mayores de 1600 msnm (Gold y Messiaen, 2000).
Figura 1.- Ciclo biológico del picudo de la platanera. H=huevo, L=larvas, P=pupa y A=adulto (Padilla Cubas, 2003).
Control
En principio, no se ha podido determinar el tratamiento químico más efectivo contra la plaga, aunque se puede destacar que el formulado más utilizado es Clorpirifos, producto también utilizado para otras plagas. Una mala rotación y aplicación del mismo, podría haber supuesto una disminución de su efecto contra el picudo. En el estudio realizado en campo, se ha podido observar que distintas fincas tratadas con este producto presentan niveles de capturas tanto altos como bajos.
En la actualidad, se está aplicando la combinación de trampas de feromonas de agregación con productos químicos en momentos puntuales de máximas capturas.
DISTRIBUCIÓN
El picudo de la platanera es originario del Sureste de Asia, posiblemente de la región Indo-Malasia (Malasia, Java y Borneo), donde fue descrito por Germar en 1824 y de donde es, actualmente, una especie endémica (Zimmerman, 1968; Clausen, 1978). Posteriormente, en 1900, apareció en Indonesia, China, el medio Este de África, Australia y Brasil. En 1920 se reportó a Nueva Guinea, Sureste de África, Islas del Pacífico, Islas del Océano Indico, América Central y del Caribe, y un año más tarde apareció en Puerto Rico (Simmonds, 1966). El picudo se encuentra en casi todas las áreas del mundo donde se cultivan plátanos, desde el nivel del mar hasta los 1800 m de altitud,con excepción de Egipto, Israel y Hawaii (Gold et al., 1994). Las regiones del mundo afectadas se encuentran a 31º de latitud Sur y 30º de latitud Norte (Montellano, 1954; Vilardebo, 1973). La distribución de las zonas mundiales atacadas por el C. sordidus se muestra en la figura 2.
Figura 2.- Distribución mundial de C. sordidus (Tomado de Casañas 2002, modificado del CAB INTERNACIONAL, 1993).
Situación en Canarias: historia
En Canarias, el primer foco de esta especie apareció en la isla de Gran Canaria en 1945, en Arucas, pero fue erradicado quemando todos los restos vegetales (Gómez Clemente, 1947). Según Valardebó (1973), su introducción posiblemente fue anterior, pero el estado de limpieza en el que se mantenían las plataneras perjudicaba el establecimiento de fuertes infestaciones.
Un nuevo foco aparece en 1986 en el Norte de Tenerife, en Icod de los Vinos. Pese a las medidas adoptadas, la especie se dispersa hacia La Orotava y Buenavista, principalmente por el movimiento de material vegetal procedente de las fincas contaminadas. En el suroeste de la Isla se detectan focos en Guía de Isora y Las Galletas. Posteriormente, se realizan estudios que amplían la zona afectada, incluyendo Los Silos, La Guancha y Garachico. Se habla de Santiago del Teide como la zona más afectada del suroeste y se añaden nuevas zonas como La Caldera, Alcalá y La Chiquita (Guía de Isora), y Ricasa y Montaña del inglés (Adeje) (Hernández y Carnero, 1994). En el noreste de la isla, afecta a Valle Guerra, Tejina, Tacoronte y Punta del Hidalgo (Hernández, 2000). Actualmente, también lo podemos encontrar en Los Realejos, San Juan de la Rambla, Puerto de la Cruz y Güímar. En la actualidad, se encuentra prácticamente en toda el área platanera de Tenerife.
Desde 1990 se ha extendido por la isla de La Gomera, concretamente en los municipios de San Sebastián, Hermigua, Agulo y Alajeró (Hernández y Carnero, 1994).
En 2001 se encontró un área afectada al Norte de la isla de la Palma, en las zonas denominadas «Oropesa» T.M. Barlovento y «Barranco del Agua» T.M. San Andrés y Sauces (González, A. comm. pers). La distribución de las zonas atacadas por C. sordidus se muestra en la figura 3. Hoy se ha extendido por otras zonas del norte de la isla, causando graves problemas por su difícil erradicación.
Figura 3.- Distribución de C. sordidus en las islas Canarias (Tomado de Casañas, 2002).
PLANTEAMIENTO DEL ESTUDIO
MATERIALES Y MÉTODOS
Localización de las fincas
La experiencia se llevó a cabo en fincas de distintos municipios de la isla de Tenerife, (el total de fincas o parcelas estudiadas fue de 42, tanto bajo invernadero como al aire libre, situadas en las zonas sur, norte y centro de la isla, que es donde el cultivo del plátano tiene su mayor importancia económica.
El picudo del plátano, es una plaga específica de plantas pertenecientes a la familia de las musáceas. Dentro de esta familia, los plátanos son reconocidos como el grupo más susceptible al ataque del picudo (Simmonds, 1966). Hay informes de la presencia de este insecto en los países productores de plátano en el mundo, en Regiones Tropicales y Subtropicales. Su diseminación se debe principalmente a la acción del hombre, dado que su capacidad de dispersión es muy limitada.
Metodología
· Colocación de las trampas:
La densidad de trampa que se colocó fue de 20 x 20 m según lo recomendado por la casa comercial y lo establecido en la Orden de 14 noviembre de 2002.
Cada una de las fincas se geo referenció a través de coordenada UTM, y con la información obtenida en campo se realizaron análisis gráficos de densidad de la plaga.
Las capturas de adultos de C. sordidus se llevó donde no se había utilizado ningún sistema de trampeo con feromonas anteriormente. El periodo en el que se realizó el seguimiento fue desde Noviembre de 2004 hasta Diciembre de 2005. Los conteos de adultos de picudo se realizó cada 15-20 días aproximadamente, ello indicaba el estado de la población en cada una de las fincas. Además, durante estas revisiones se realizaban las labores de mantenimiento de la trampa: cambio del agua jabonosa y reposición de feromonas cada mes, según lo establecido por la casa comercial que la distribuye (Econex).
· Datos meteorológicos:
Se han utilizado datos meteorológicos de 38 estaciones repartidas en toda la isla de Tenerife, correspondientes al periodo de tiempo durante el cual se realizaron las capturas. Las coordenadas de las estaciones y los datos correspondientes los encontramos en la página Web del cabildo de Tenerife (www.agrocabildo.com <http://www.agrocabildo.com/>).
Para el estudio a realizar, los datos meteorológicos que interesó tomar, fueron los de temperatura (ºC), precipitación (mm) y humedad relativa (%), ya que son los factores que más pueden influir en el comportamiento del picudo, según la bibliografía.
Resultados y conclusiones
En los datos de campo, se ha podido observar que las fincas de la zona norte de Tenerife presentan mayores índices de población de C. sordidus que las de la zona sur. Según Hernández y Carnero (1994), el primer foco de la plaga en la Isla, fue localizado en 1986 en el municipio de Icod de los Vinos, dispersándose desde aquí a La Orotava y Buenavista. Este hecho podría explicar que, debido a la dispersión lenta de la plaga, y a pesar de haber transcurrido veinte años desde la localización del primer foco, las mayores capturas se hayan registrado en la zona norte, concretamente en La Orotava, Los Realejos y San Juan de la Rambla.
También se ha podido observar que, en general, las fincas del sur de Tenerife están mejor atendidas y presentan un buen estado sanitario, lo que favorece el control de la plaga. Esto es debido a que el cultivo del plátano en esta zona es más rentable e interesa un mayor cuidado y mantenimiento de las fincas. Por el contrario, las fincas de la zona norte de la isla, donde las condiciones climatológicas para el cultivo son más adversas, están relativamente más descuidadas, lo que hace que la plaga se encuentre más establecida en esta zona. Este comportamiento observado en el estudio, coincide con los resultados de estudios realizados en Uganda (Masanza et al., 2003), donde la densidad de población de picudo en fincas con un buen estado sanitario no incrementó como lo hizo en las fincas en mal estado.
En cuanto a la interpretación de los datos recogidos en campo, se hace una valoración en función del número total de capturas por trampa. En todas las fincas evaluadas, independientemente de que el grado de infestación, fuese bajo, medio o alto, se comprobó que no hay una distribución homogénea de la plaga, si no que ésta se localiza por focos. Esto coincide con lo observado por Montesdeoca et alia (1999), que demostró en dos ensayos en la zona norte de Tenerife que la plaga se distribuía de forma focal, y que existía un relativo y pequeño desplazamiento de la misma según el número de capturas, aunque las mayores concentraciones siempre se situaban en el mismo lugar, se movieran o no de sitio los diferentes tipos de trampas.
Respecto a la eficacia de las trampas, en general, se retiraron cantidades importantes de picudo en las fincas que presentaban niveles de capturas elevados, mientras que en las fincas con bajos niveles de infestación, la utilidad de las trampas se puede interpretar como indicador de las medidas a seguir: rotar las trampas dentro de las parcelas y realizar el mantenimiento de las mismas entre 20-30 días como máximo. Según Perera y Molina (2002), la utilización de la feromona nos puede indicar la densidad poblacional de la plaga existente en un momento determinado y al mismo tiempo sirve como método de captura para disminuir la población.
Dado que las fincas estudiadas no habían sido trampeadas anteriormente, por lo general, se ha podido observar como las capturas más elevadas se produjeron durante los primeros meses. En la mayor parte de las fincas los registros disminuyeron tras los primeros cuatro meses de seguimiento.
En una de las fincas donde se realizó el muestreo, tras las capturas iniciales, no se volvieron a registrar individuos en los últimos siete meses de trabajo. Según Kydonieus y Beroza (1982), una baja población de C. sordidus puede ser erradicada con un sistema de trampeo masivo y, aplicándose en las etapas iniciales del cultivo, podría prevenir el crecimiento natural de la población.
También se observó que en las fincas en las que durante los últimos meses de estudio se capturó un número de adultos igual o mayor que al comienzo del mismo, a pesar de haberse realizado tratamientos químicos, fueron aquellas en las que el nivel de infestación era muy elevado.
Se puede destacar que las mayores capturas tuvieron lugar, tanto en el norte como en el sur, durante los meses de septiembre, octubre, noviembre, diciembre, enero y febrero, pero en la zona sur de la isla también durante el mes de agosto se registraron importantes capturas. En general, varios trabajos realizados en Canarias muestran que la actividad de los adultos es constante a lo largo de todo el año, tanto en el sur como en el norte de Tenerife (Hoffmann et al. 1963; Hernández y Díaz, 1993). Por lo tanto, las temperaturas registradas en campo tienen sobre la evolución de la plaga una influencia que se detecta durante los meses de menores y mayores capturas.
Las temperaturas más bajas tuvieron lugar entre los meses de diciembre y marzo, con una media de 12-17 ºC, llegando a registrar máximas de 21 ºC y mínimas de 9 ºC, por lo que la actividad y el desarrollo de la plaga durante este periodo fueron más lentos.
Por el contrario, durante los meses de mayo-septiembre se registraron las temperaturas más elevadas, una media de 18-23 ºC, alcanzando máximas de 29 ºC, lo que favoreció el desarrollo y actividad de la plaga, y como consecuencia de ello, las capturas empezaron a aumentar a partir de este periodo. Los mayores registros se obtuvieron durante los últimos meses del año, además de enero y febrero, donde se empezó a apreciar una caída del número de individuos en campo, debido a que durante estos meses se registraron las temperaturas mínimas más bajas, llegando a 9 ºC.
En el periodo de tiempo comprendido entre abril-julio, donde las temperaturas registraron una media de entre 16-23 ºC, llegando a máximas de 29 ºC, las capturas fueron menores en todas las zonas de la Isla. Mientras que de septiembre a febrero, donde las temperaturas disminuyeron, la media fue de 13-22 ºC, las capturas aumentaron y registraron los máximos de todo el periodo estudiado. Esta situación, se puede relacionar con la diferencia de temperatura, que actúa sobre el desarrollo del ciclo biológico.
En los datos recogidos en campo se observa que en la zona norte, donde las temperaturas empezaron a aumentar en mayo-junio, con máximas de 22-23 ºC, las capturas comenzaron a incrementarse en septiembre-octubre. Mientras que en el sur, las temperaturas empezaron a aumentar antes, a partir de marzo-abril, y registraron máximas de 28 ºC, lo que produjo que se acortase el ciclo biológico del picudo, obtuviesen valores importantes de capturas desde agosto.
En los datos de campo para la isla de Tenerife, se observó que durante el rango de actividad del adulto (las horas nocturnas) se registraron las temperaturas mínimas, alcanzando a valores inferiores a 18 ºC, lo que pone de manifiesto que aunque la plaga este presente, no disminuyen las capturas. También estas temperaturas inferiores a 18 ºC influyen en el desarrollo embrionario y postembrionario. Igualmente, se ha visto que en algunas zonas de la isla de Tenerife, durante los meses de enero y febrero se registraron temperaturas mínimas de 9-10 ºC, por lo que cabe la posibilidad de que la plaga haya sufrido una adaptación a nuestras condiciones ambientales, lo que permitiría soportar estos picos de temperaturas mínimas. Traore et al., (1993), establecieron el umbral térmico para el desarrollo de los huevos a 12 ºC.
En la zona norte de la isla de Tenerife el periodo de lluvias finalizó en junio, a partir del cual la temperatura media de la zona se mantuvo entre los 17-22 ºC. Sin embargo, en el sur de la isla la disminución de las precipitaciones se produjo antes, desde abril, fecha a partir de la cual la temperatura media alcanzó los 17-23 ºC. Este adelanto en la subida de las temperaturas y disminución de las precipitaciones, que tuvo lugar en la zona sur, provocó un aumento de las capturas desde el mes de agosto, mientras que en la zona norte este incremento se retrasó hasta septiembre.
Según Montellano (1954), el picudo prefiere suelos fuertemente humedecidos.. Sin embargo, en nuestro estudio en la isla de Tenerife (28º 15´ N, 16º 30´ O) se registran los mayores niveles antes y durante la estación de lluvias.
En los municipios del norte de la isla las precipitaciones fueron mayores que en el sur durante todo el año; cuando estas disminuyeron, como ocurrió en enero, las capturas cayeron de manera importante.
Cuando se produjeron lluvias muy abundantes durante febrero, en comparación con los meses anteriores, las capturas descendieron notablemente durante este mes. Esto se debe a que el picudo prefiere ambientes húmedos, pero no encharcados (Cuillé, 1950; Roth y Willis, 1963).
Respecto a la humedad relativa, se puede destacar que durante los meses de junio-agosto, en los que se registraron máximas del 90-98 %, las capturas fueron bajas, mientras que durante enero y febrero, en los que se alcanzaron mínimas del 39-56 %, las capturas fueron mayores. De Liñán (1998), observó que en periodos secos se produce un mayor movimiento del adulto en busca de un refugio que le proporcione humedad, y cuando vuelve el periodo más húmedo disminuye la actividad.
De las observaciones realizadas en campo, se deduce que para las condiciones de la isla de Tenerife, existe una relación entre temperatura, precipitación y humedad relativa que influye sobre la actividad de C. sordidus.
El sistema de riego por aspersión o manta mantiene la humedad de forma más homogénea en toda la finca y durante más tiempo, hecho que favorece a la plaga, ya que esta prefiere ambientes húmedos. En las fincas estudiadas donde se utilizó este sistema de riego, las capturas fueron constantes, y se pudo observar como al final del periodo de estudio el número de capturas no bajó de manera importante en comparación con los primeros meses. Según Montellano (1954), la humedad relativa óptima para la vida del picudo es del 100 %, aproximadamente, y suelos fuertemente humedecidos. Lo que justifica una mayor dispersión en fincas con este tipo de riego.
Por el contrario, en las fincas en las que se utilizó riego por goteo, las capturas estuvieron más influenciadas por los cambios climatológicos. Este sistema de riego concentra la humedad en torno a la planta, lo que no estimula al adulto de C. sordidus a desplazarse.
Las fincas de invernadero de plástico y de malla fueron en las que menos capturas se registraron. Conforme con esto se podría argumentar que la protección del cultivo mediante invernadero actúa como barrera física, siendo un factor limitante en la dispersión de la plaga a corta distancia, ya que la dispersión a gran distancia sigue estando motivada por el movimiento de material vegetal contaminado. También hay que destacar que en las fincas de invernadero se ha realizado una mayor inversión, por lo que tendrán un mayor nivel de atención y cuidado, manteniendo un estado sanitario mejor que aquellas fincas al aire libre.
Septiembre de 2009