Templos cristianos sobre estructuras indígenas en la isla de La Gomera

Miguel A. Martín González

Historiador, profesor y fundador de la revista Iruene

Paralelo al proceso de conquista militar de las Islas Canarias, durante el siglo XV, se promueve una maniobra de apropiación espiritual. La primera difusión del cristianismo la llevaron a cabo frailes que diseñaron una estrategia de predicación evangélica escrutando las religiones indígenas, el aprendizaje de las lenguas nativas y la instrucción de éstos en el uso del castellano. Más tarde, la evangelización forzosa se impone, prohíbe las prácticas indígenas, margina la cosmogonía insular y liquida las formas de conocimiento propias para asimilar las nuevas.

Los recién llegados impusieron un nuevo dogma religioso utilizando elementos iconográficos cristianos como pequeñas tallas de vírgenes con niño y santos para sustituir la cosmovisión estelar existente. De este modo, consiguieron sincronizar las creencias y las emociones de los dos ámbitos religiosos en una sola epístola.

Tras la victoria ideológica, la exhibición del triunfo resulta obvia, entraña cerrar y destruir los edificios de culto de los adversarios y permite levantar allí los propios con el objetivo de interrumpir e invalidar los cultos paganos. Ahora bien, este principio no se respetó por igual en todas las islas y en todos los lugares sagrados vernáculos. Las costumbres de los naturales permanecen mientras la nueva fe erradica el fondo sustancial de sus manifestaciones. Dependiendo del lugar y de la fuerza de la tradición, se preservó el culto en algunos emplazamientos que tenían un gran significado espiritual para los nativos.

Las condiciones geográficas y ambientales es lo primero que el sentido común nos hace creer como modelo de orientación de la arquitectura. Esto vale para la doméstica; sin embargo, las edificaciones religiosas obedecen a otra lógica bien distinta pues predominan otras implicaciones de carácter simbólico y cultural basado en unos patrones claramente astronómicos. Los edificios debían simbolizar el cielo y orientarse hacia los lugares que determinaban las diferentes posiciones en el horizonte de los astros más venerados. Y es que mirar el cielo era todo un ejercicio de gran estímulo intelectual. Por lo tanto, el templo representa simbólicamente un arquetipo celeste, imita al cosmos, convirtiéndose en una imagen del cielo, centro y punto de encuentro.

A pesar de que las iglesias y ermitas siguen manteniendo una orientación astronómica, esta no deja de ser una labor regida por la tradición que se ha materializado hasta nuestros días, pues el papel de los astros como ordenadores, mantenedores y organizadores del tiempo termina por desaparecer. Ahora el tiempo tiene un comienzo y un fin, se convierte en un tiempo histórico irreversible. El cristianismo introduce el concepto de un tiempo limitado que evoca constantemente la época de Jesucristo y modifica el calendario litúrgico basado en acontecimientos históricos de la vida de Cristo: Nacimiento, Anunciación del Niño, Bautismo, Pasión y Muerte… Con ello se anula lo sagrado cósmico, aunque su apología sigue presente en los tiempos y la simbología cristiana.

Después de casi 2.000 años de cultos cósmicos al aire libre, en la segunda mitad del siglo XV se produce un cambio ideológico brusco que decapita y reprime las antiguas expresiones para favorece el asiento de las iglesias católicas, dispuestas sobre una traza E-O según la costumbre establecida por la tradición, con algunas excepciones.

Veamos dos ejemplos muy significativos en los singulares emplazamientos de las ermitas de Las Nieves y San Lorenzo, muy alejadas de cualquier vecindad y por la antigüedad que presentan ambas construcciones, lo cual llama mucho la atención.

 

Ermita de Las Nieves

Muy cerca de la Gollada de Chejelá, en la misma base meridional de la Montaña de Las Nieves, se emplaza una antigua y sencilla ermita (a 1.050 m s n m) cuya primera construcción data de mediados del siglo XVI, si bien en centurias posteriores ha sufrido diversas obras de reedificación y reforma.

El recinto alberga una curiosa imagen mariana, venerada como Virgen de la Salud, que durante mucho tiempo recibió culto en la ermita de las Nieves. Tal y como pusieron de manifiesto investigadores como David Suárez Dorta, del Instituto de Estudios Colombinos, se trata de una figura de estilo gótico de una virgen negra que podría ser, incluso, una representación de la Virgen de Candelaria, dado su parecido con la imagen -también negra- conservada en el municipio tinerfeño de Adeje.

La Virgen de Guadalupe o la mal llamada Virgen de la Salud de la ermita de Las Nieves, es en realidad una imagen mariana bajo la advocación de la Candelaria de procedencia malinense que, aunque bastante intervenida, no deja de ser una de las más desconocidas del patrimonio escultórico de La Gomera (Pablo Jerez Sabater, 2016).

El santuario presenta una orientación estándar dentro del mundo cristiano (E-O); ahora bien, lo que le da repercusión es su perfecta disposición hacia el Pico Teide (isla de Tenerife). Esto nos hizo sospechar que podía suceder algún acontecimiento cósmico relevante en la imponente montaña. En el lado opuesto se puede apreciar la silueta de la isla de El Hierro, también sincronizada con otro acontecimiento astronómico de vital importancia en su pensamiento cosmológico que después desvelaremos.

Situándonos en la ermita de Las Nieves podremos contemplar unas vistas espectaculares del coloso Teide y hacia el Oeste la isla de El Hierro, lugar por donde se oculta el Sol cuando llega el solsticio de invierno. Sin embargo, lo que determina la construcción del templo mariano es su disposición hacia el Pico Teide, justo el lugar por donde surge de manera portentosa la Luna llena del Lunasticio de Invierno Menor Norte, hecho que ocurre cada 18 años. La última conjunción se produjo el 25 de diciembre de 2015. Este vínculo lunar no es un hecho aislado, también se repite en diferentes yacimientos cultuales como los situados en la cima de Jaragán (Revista Iruene nº 8, 2016). No es una casualidad que el templo presente una alineación perfectamente direccionada hacia el Teide.

 

Ermita de San Lorenzo

En la base del Roquito, en la parte superior del margen izquierdo del profundo Barranco de Erque y frente a la altiva y robusta Argodey, se emplaza una pequeña y humilde ermita, a 982 m s n m, de sencilla fábrica en lo alto del pago de Arguayoda (Alajeró) bajo la advocación de San Lorenzo.  El lugar posee unas impresionantes vistas, encontrándose bastante alejado de cualquier núcleo de población.

La originaria ermita de San Lorenzo es la segunda más antigua de la isla, fundada sobre 1502, en un espacio todavía concurrido por los nativos gomeros y en plena expansión de los preceptos cristianos que todavía no llegaban a lugares de tan complicada orografía y alejados de San Sebastián. Las primeras reseñas sobre la presencia de colonos europeos por esas tierras datan de los tiempos de la fundación de la citada ermita emplazada en el valle de Araguerode. Esta antigüedad nos puso en sobre aviso.

¿Por qué se construyó en el otro extremo de la isla una ermita en un lugar tan alejada de los dominios cristianos? ¿Por qué se eligió este emplazamiento tan apartado sobre la ladera de un abrupto y profundo barranco? Las evidencias nos encaminan hacia un indudable y visible propósito de transmutar un espacio de mucha carga espiritual tradicional indígena hacia la nueva ideología cristiana respetando el sitio pero canjeando los elementos. Los restos indígenas se eliminaron para acondicionar y construir el nuevo templo.

La tendencia nativa a reiterar ciertas celebraciones tradicionales de carácter simbólico religioso y festivo era difícil de extinguir porque pertenecían a una tradición profundamente arraigada. Sin embargo, los seguidores de Cristo las convirtieron en celebraciones cristianas construyendo templos para ir variando el discurso y los símbolos con el paso del tiempo. De este modo, el proceso de aculturación se fue ampliando desde una base ideológica hacia una diferente estructura social. El mismo espacio pero una nueva advocación, nuevas arquitecturas, nuevas imágenes, nuevos rituales, nuevos símbolos…

La arquitectura es un producto social que implica una organización espacial mediante una adaptación al entorno impulsada por un vínculo funcional e intencional con la cosmogonía. Los resultados de las comprobaciones realizadas en el sitio nos acercan al Firmamento y a los ciclos astrales. De este modo, nuestro trabajo de indagación propone verificar, determinar y comprobar cómo la arquitectura de la ermita de San Lorenzo concentra una cosmogonía antigua que trasciende hacia el cosmos mediante sus orientaciones astronómicas con el Sol, la Luna y las constelaciones de Casiopea y la Cruz del Sur; esto es, los cuatro pilares del cosmos (direcciones cercanas al Norte, Sur, Este y Oeste) como protagonistas. Es uno de los lugares más espectaculares de Canarias y del mundo en cuanto a que reúne un mayor número de religaciones astronómicas trascendentes.

En primer lugar el santuario presenta una disposición o alineamiento espacial hacia el lugar por donde surge el Sol en el solsticio de invierno. Así mismo, nueve horas más tarde, el mismo Sol lo veremos deslizarse, de una manera espectacular, durante más de 20 minutos, por la ladera de La Cancela situada a unos 500 m de distancia hasta su ocaso sobre la isla de El Hierro.

Por otro lado, nos impresionó la precisión del orto lunar durante el Lunasticio de invierno Menor Sur sobre la cima del destacado pico de El Roquito situado sobre la propia ermita. Así como nueve años después, durante el ocaso de la Luna llena perteneciente al Lunasticio de verano Mayor Sur, ocultándose  por el resalte más sobresaliente de La Cancela. Esto requiere de un profundo conocimiento de los movimientos de los astros y una precisión de los calendarios para establecer y marcar con la topografía cercana más destacada el ciclo de la Luna que es de 18,6 años.

No podemos obviar la disposición, sobre el contorno montañoso más notorio, de dos constelaciones subsidiarias del Sol -en el sentido que sus ortos u ocasos se producen durante los solsticios o equinoccios- como son la aparición de Casiopea, al alba, por el Risco de Las Tajurias y su puesta, por la esquina Norte de Argodey, durante el crepúsculo del equinoccio de primavera, también en los primeros siglos de la era cristiana. Y, por último, la desaparición de la Cruz del Sur por Las Montañas durante el crepúsculo coincidiendo con el día del solsticio de verano.

En definitiva, se trata de uno de los lugares más axiomáticos de Canarias que recoge toda una tradición cósmica ancestral solapada y encubierta en los aledaños y entre los muros de la ermita de San Lorenzo.